La evaluación inicial en preescolar… ¿es diagnóstica?

El contacto inicial entre los alumnos y su maestra o maestro de preescolar marca de manera importante toda la experiencia del ciclo y de algún modo la prefigura.

Por Verónica Garduño G.

El contacto inicial entre los alumnos y su maestra o maestro de preescolar marca de manera importante toda la experiencia del ciclo y de algún modo la prefigura. Es el comienzo de una relación que sólo dará frutos si las necesidades de los pequeños logran ser percibidas, evaluadas y canalizadas por su maestra o maestro. De este delicado vínculo dan testimonio la profesora Dolores y sus colegas Byanca y Viridiana.

La evaluación diagnóstica que se practica en el nivel preescolar está asociada para mí al encuentro inicial entre la educadora y el alumno, en el que se conocen e identifican mutuamente. Recuerdo ese primer día de clases, cuando preparaba el recibimiento a mis nuevos estudiantes parada en la puerta del plantel, con una gran sonrisa. En esos momentos observaba la manera en que llegaba por primera vez cada pequeñito al Jardín de Niños: unos, felices y corriendo; otros, con temor; algunos más, llorando, pero con el valor suficiente para entrar; un grupo más, formado por niñas y niños de plano apanicados, sin querer entrar; y había también quienes no dejaban de llorar asidos a la puerta, emberrinchados… ¿Y yo? Tratando de consolarlos y animarlos a descubrir un bello lugar.

Indudablemente, es memorable la experiencia del inicio de un ciclo escolar, tanto para la docente como para el alumno. Ese primer día de clases nos revela información básica sobre la motivación que traen de su entorno familiar, la cual poco a poco, con el transcurrir de los días, reafirmamos o modificamos según los pequeños se van acoplando e incorporando a la dinámica escolar.

He comentado con mis colegas la forma de realizar la evaluación diagnóstica, para conocer si su experiencia es similar a la mía. La maestra Viridiana me dice: “A partir de ahí comienzo la recolección de información y la observación permanente, la cual analizo con la finalidad de realizar una valoración oportuna de cada uno de mis alumnos, identificando sus características físicas, actitudes, formas de comunicación, conocimientos previos, y también —cuando hago la entrevista a la madre de familia— el contexto familiar”.

Agrega: “Mi principal objetivo es identificar las necesidades de mi grupo, las oportunidades de mejora, y potenciar su desarrollo; asimismo, analizo los factores de riesgo ante las vulnerabilidades de cada uno, su forma de socializar dentro del grupo, de comunicar sus requerimientos, inquietudes y emociones. A partir de esto, inicio un procedimiento con diversos instrumentos que me ayudan a describir, clasificar y argumentar lo observado para tomar decisiones fundamentadas y vinculadas con los aprendizajes que espero que mis alumnos desarrollen”.

Se trata de una precisión interesante, ya que en la evaluación inicial ella obtiene información relevante para organizar su intervención docente: planificación didáctica, metodologías a emplear, actividades del colegiado, programas escolares e incluso el involucramiento de los padres de familia, sin dejar a un lado los propósitos del nivel. Para lograr eso es necesario emplear distintas técnicas de recogida de datos durante las dos o tres primeras semanas del ciclo escolar.

Ello supone, desde luego, habilidades docentes orientadas a recabar información, pero también a interpretarla y sintetizarla mediante técnicas e instrumentos diversos. La combinación permite que la educadora tenga un soporte para planificar, basándose en los aprendizajes esperados de las competencias de cada campo formativo. El procedimiento es una herramienta eficaz, oportuna y flexible que da cuenta de su intención pedagógica, congruente con lo que pretende enseñar y con lo que llevará a la práctica. Con tal fin, es indispensable crear un ambiente de aprendizaje que promueva la confianza y participación de los estudiantes, así como la interacción con sus pares a través del juego. La planificación es la base del trabajo de una docente que desea fomentar el interés y la motivación de los alumnos para aprender.

Otra colega, la maestra Byanca, también accedió a compartir su experiencia. Con convicción, señala: “Otro aspecto de gran importancia que advierto en el proceso de la evaluación diagnóstica gira en torno a los estilos de aprendizaje de mis alumnos: es primordial identificarlos para abordar las formas que debo favorecer en el trabajo, diseñando situaciones de aprendizaje atractivas y dinámicas, dándoles oportunidad de expresarse, de compartir, de socializar con sus compañeros, de experimentar, de resolver problemas cotidianos y tomar decisiones. De esta manera, observo y registro cómo es su desarrollo en estos aspectos”.

¿Qué utilidad tienen los instrumentos de evaluación?

Guía de observación. Diseñar una guía me permite centrar la atención en la recopilación de información, en las evidencias o productos escolares, para identificar sus habilidades, capacidades e intereses, con el fin de hacer un análisis y reflexionar. Puesto que se lleva a cabo de forma directa, es confiable, válida, precisa y objetiva. El diseño incluye trabajo en los campos formativos. Es preciso no olvidar que resulta más significativo identificar lo que el niño sabe, hace y manifiesta, que lo que no sabe hacer.

Entrevista a la madre o tutora de cada alumno. Es un instrumento guía que, mediante una sencilla plática, nos permite informarnos del desarrollo que ha tenido el niño desde el nacimiento, cómo fue su evolución y cómo es el entorno familiar, con el propósito de comprender con mayor precisión al alumno y entender sus comportamientos.

Portafolios de evidencias. Su realización implica el empleo de diversas estrategias didácticas que tienen como resultado una evidencia. Permite tener un registro sistematizado de los alumnos en cuanto a su proceso formativo, dando seguimiento a sus logros y dificultades. Este portafolios se va incrementando a lo largo del ciclo escolar para determinar las evaluaciones intermedia y final.

Diario de la educadora. Es un instrumento que me permite evaluar y reflexionar sobre la práctica personal, además de registrar situaciones fortuitas y reacciones relevantes de los niños durante la jornada. Gracias a su contenido me respondo preguntas como: ¿se interesaron en las actividades?, ¿quiénes se involucraron?, ¿mi intervención fue adecuada?, ¿el ambiente de aprendizaje fue propicio?, ¿qué faltó incluir o tomar en cuenta? De esta manera es más fácil hacer los ajustes convenientes y oportunos para ir afinando la planificación didáctica e irla mejorando constantemente.

¿Y la evaluación del grado anterior?

Los alumnos que se promueven al siguiente grado ya tienen un camino andado en el ambiente escolar, de manera que la docente realiza una evaluación cualitativa final que puede ser muy valiosa para quien va a estar a cargo de esa niña o ese niño en el siguiente grado.

Al respecto Byanca apunta: “Las observaciones finales realizadas por las docentes que te anteceden son útiles para profundizar en las evaluaciones, aunque prefiero abrirme un panorama nuevo con respecto a lo que saben los alumnos, pues los periodos vacacionales entre un ciclo y otro son de gran duración, y es muy probable que durante ese tiempo se presenten avances significativos con respecto a sus aprendizajes y comportamientos, por lo que los resultados obtenidos del ciclo anterior pueden ser completamente modificados”.

La relevancia de este primer momento de evaluación, contando con el expediente de cada alumno, justamente será la base del trabajo del primer trimestre del ciclo escolar para priorizar los aprendizajes esperados de los campos formativos, lo cual dará orden a su adquisición. Una docente debe contar con diferentes opciones de trabajo para adecuarlas a las necesidades del grupo, lo cual ayuda a evitar la improvisación que sólo conduce a una pérdida de tiempo y al caos.

Viridiana reconoce: “La planeación tiene un fin pedagógico que me permite visualizar lo que voy a realizar con mi grupo de trabajo, pero para ello necesito llevar a cabo esta tarea con fundamentos, es decir, tener claridad respecto de lo que pretendo alcanzar, basándome en las necesidades reales que presenta mi grupo, partiendo de un diagnóstico genuino mis alumnos con el fin de detectar sus necesidades y guiar sus procesos de desarrollo”.

Es indudable que el proceso inicial de evaluación es fundamental en el proceso educativo de todos los niveles de educación básica, pero para que sea verdaderamente útil es indispensable llevarlo a cabo con precisión, conciencia y convicción, a fin de promover un trabajo eficaz que proyecte el aprendizaje ordenado y continuo de nuestros alumnos.

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