Jóvenes que no estudian ni trabajan

Se ha instalado la idea de que en nuestro país existe una gran cantidad de jóvenes que no estudian ni trabajan; los cálculos ampliamente difundidos arrojan más de 6 millones en 2015. Esta cifra se deriva de la adopción de una perspectiva conceptual sobre lo que significa "trabajo", que no considera como actividades económicas las que realizan los miembros de los hogares para garantizar su reproducción; supone además, que no existe otra actividad, fuera de trabajar o estudiar, que valga la pena considerarse y que pueda entrar en la esfera de las posibilidades deseadas de un joven (Negrete y Leyva, 2013). Frente a este panorama, parece fundamental hacer hincapié en que la población llamada nini constituye un universo compuesto por jóvenes hombres y mujeres con distintas realidades, y que si bien muchos de ellos no están insertos formalmente en el mercado laboral, ni matriculados en la escuela, contribuyen a la sociedad por medio del trabajo no remunerado informal y doméstico.

El INEE se ha dado a la tarea de generar una estimación alternativa de la población nini con el fin de contribuir a un diálogo mejor informado respecto de la situación de la juventud mexicana y las vías posibles de atención para resarcir la deuda social que este país tiene con ella. Se dice que estos jóvenes, aparentemente, no estudian ni trabajan, porque el concepto usado generalmente para clasificarlos no toma en cuenta otro tipo de actividad que podrían estar realizando, como buscar empleo o realizar trabajo doméstico.

De la gráfica 1.18 se desprende que, de los 6 395 339 jóvenes identificados como ninis en 2016, poco más de seis millones realizaban trabajo doméstico semanalmente; de éstos, 77% dedicaba más de 20 horas a la semana a actividades en el hogar, en particular las mujeres (86.6%), contra 16.9% de los varones.

Gráfica 1.18 Desagregación de la población de 15 a 29 años que aparentemente no estudia ni trabaja (2016)

Por tipo de actividad que llevan a cabo, de los más de seis millones de ninis aparentes, 1.6% se encontraba en búsqueda activa de empleo, 13.8% buscaba empleo y realizaba trabajo doméstico al mismo tiempo y 80.6% se dedicaba exclusivamente al trabajo doméstico. Realizaba otro tipo de actividades no declaradas en la encuesta 4% (255 021 jóvenes), es decir, estos últimos podrían ser clasificados realmente como ninis, porque manifestaron no asistir a la escuela, no tener ocupación ni empleo, y tampoco realizar trabajo doméstico o buscar empleo. La distribución por actividad es diferente para hombres y mujeres: la mayoría de ellas, clasificada aparentemente como nini, se dedicaba al trabajo doméstico, y sólo una pequeña proporción declaró estar buscando empleo.

De acuerdo con información estimada a partir de la ENOE, la mayoría de los jóvenes que aparentemente no estudia ni trabaja se encuentra en localidades urbanas de más de 15 000 habitantes (54% de los más de 6 millones denominados como ninis), 15.6% vive en localidades semiurbanas (de entre 2 500 y 15 000 habitantes) y 30.5% habita en localidades rurales (de menos de 2 500 habitantes). Cabe resaltar que en las localidades urbanas la mayoría de los jóvenes que no estudian ni trabajan cuenta con EB o EMS. Esta situación se revierte en el contexto rural, donde la mayor proporción de ninis tiene menos de la EB.

En general, estos jóvenes tienen EB completa (44.3%), casi 20%, EMS, y 7%, licenciatura o más. El restante 28.8% cuenta con primaria completa o menos. La distribución de hombres y mujeres por nivel educativo que no estudian ni trabajan, es muy parecida: la mayoría de estos jóvenes cuenta con EB completa, seguida por aquellos que sólo tienen primaria. Pero resalta el hecho de que son mucho más las mujeres que si bien cuentan con educación superior, no estudian ni trabajan, pues su número dobla al de los hombres con las mismas características.

Por lo tanto, es necesario asegurar que una mayor proporción de jóvenes tenga la oportunidad de cursar tramos superiores de escolaridad, así como garantizar que todos adquieran las competencias necesarias para enfrentar un mundo cada vez más complejo y continúen aprendiendo a lo largo de la vida. Al mismo tiempo, se debe poner énfasis en las políticas de permanencia en la escuela, en los programas de capacitación laboral y en favorecer la inserción de los jóvenes al empleo (De Hoyos, Rogers y Székely, 2016).

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