¿En qué medida el Estado garantiza el derecho de niños y jóvenes de acceder a la educación obligatoria, sin distinción de ninguna índole?

Para medir el acceso de la población al SEN, existen varios indicadores que dan cuenta de la proporción de niños y jóvenes matriculados independientemente del nivel educativo (tasa de matriculación) y de aquellos inscritos en el nivel correspondiente a la edad en la que idealmente debería cursarse (tasa de cobertura), respecto del total de población en grupos de edad específicos. Estas medidas, además de relacionar información de dos fuentes de datos no conciliadas, no consideran en el cálculo a los alumnos inscritos en la educación especial o en la modalidad no escolarizada, y muestran algunos sesgos en el registro de la edad.

Otro indicador para medir el acceso escolar es la tasa de asistencia, cuyas fuentes de información, según la disponibilidad, son los censos de población o las encuestas en hogares, que captan datos sobre la condición de asistencia a la escuela de los ocupantes de la vivienda, es decir, de quienes concurren con regularidad a una institución o programa acreditado del SEN, sin importar la modalidad, el tipo de sostenimiento, o si se trata del servicio de educación especial o para adultos. En este caso se descarta la declaración de asistencia a cursos para la enseñanza de alguna habilidad, como los programas de capacitación o alfabetización.

Esta medida resulta de gran utilidad, ya que permite conocer el acceso a la escuela de distintos grupos de la población, los cuales se definen según las características propias de las personas —como la condición de discapacidad y la condición étnica—, de los miembros del hogar —por ejemplo, la escolaridad del jefe de hogar—, o de la localidad donde se ubica la vivienda en la que residen —tal como el tamaño de localidad con base en el número de habitantes o el grado de marginación—. Otra ventaja de la tasa de asistencia es que, al usar como fuente de información las encuestas de ingresos y gastos en los hogares, permite analizar el acceso de la población joven dependiendo del nivel de ingreso y de las condiciones de pobreza a partir de su medición multidimensional.

Los resultados —basados en el Censo de Población y Vivienda (INEGI, s. f.), la Encuesta Intercensal 2015 (INEGI, 2015b) y la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2010 y 2016 (INEGI, 2016a)— muestran que en las últimas décadas la asistencia de la población infantil y juvenil se ha incrementado. En 2015 asistía a la escuela 97.7% de los niños de entre 6 y 11 años; 93.3%, entre 12 y 14 años, y, en un menor porcentaje, los niños de entre 3 y 5 años, con 77.7%. El grupo con la edad que idealmente debería asistir a la EMS es el que registra la menor tasa de asistencia: 73.2% (gráfica 2.3).

Gráfica 2.3 Tasa de asistencia por grupos de edad, 1990-2015

A pesar de que ha transcurrido casi una década desde que se decretó la obligatoriedad de la educación preescolar, todavía 1 de cada 5 niños de entre 3 y 5 años no asiste a la escuela.

Es posible que la expansión de la cobertura en la educación preescolar no sea más acelerada debido a que todavía no existe un pleno convencimiento de los padres o tutores —obligados también a hacer que sus hijos concurran a las escuelas (CPEUM, art. 31)— acerca de la importancia que tiene este nivel educativo para el desarrollo de los infantes por encima de otras consideraciones relacionadas con el cuidado especial que requieren los niños más pequeños. Por ejemplo, si se analiza la asistencia según el tamaño de la localidad de residencia, se observa que, aunque la disponibilidad de espacios educativos está más restringida en las localidades menores a 2500 habitantes, la asistencia respecto de las localidades mayores de 15000 habitantes no muestra grandes brechas (tabla 2.6), es decir, sin importar la disponibilidad de escuelas que existan entre las localidades rurales y urbanas, en ambos tipos la asistencia al preescolar sigue siendo baja.

Tabla 2.6 Tasa de asistencia por grupos poblacionales según grupos de edad (1990, 2000, 2010 y 2015)

La evolución de la asistencia entre 1990 y 2015 muestra avances importantes en el acceso de la población a la escuela. En las edades en las que idealmente debería cursarse la primaria —de los 6 a los 11 años— es donde se muestra el menor incremento, aunque es el nivel en el que se está más cerca de alcanzar la cobertura universal. En cambio, en el grupo de 12 a 14 años hubo un incremento de casi 15 puntos porcentuales. El grupo de 3 a 5 años se incluyó en los levantamientos censales hasta el ejercicio de 2010 y en las encuestas de ingresos y gastos desde 2008, que coincide con el decreto de obligatoriedad de la educación preescolar; entre 2010 y 2016 la tasa de asistencia se incrementó en 6.7 puntos porcentuales. Y es en el grupo de 15 a 17 años donde se ha experimentado el mayor crecimiento en la tasa de asistencia al pasar de 49.6 a 73.2%, un aumento de casi 24 puntos porcentuales.

Es innegable el avance en el acceso a la educación en las últimas décadas. En las edades en las que idealmente se cursa la educación primaria se está muy cerca de lograr que todos los niños asistan, igual que en las edades para cursar la secundaria. Sin embargo, todavía existe un número importante de niños que no tienen acceso a la educación. Esta situación se agrava aún más en las edades para cursar la educación preescolar y la EMS. Resulta relevante, entonces, conocer dónde se ubican estos niños y cuáles son algunas de las condiciones que dificultan este primer paso para ejercer su derecho a una educación de calidad.

¿Quiénes son y dónde están los niños y jóvenes que no asisten a la escuela?

Para dar respuesta a esta interrogante, en primer lugar se presentan las tasas de asistencia en las entidades federativas con el objeto de observar las diferencias entre las regiones del país, las cuales se incrementan conforme se avanza en los grupos de edad. Adicionalmente, para ubicar las áreas en donde hay mayor proporción de niños y jóvenes que no asisten a la escuela, se despliegan los niveles de asistencia de quienes viven en localidades consideradas como rurales, semiurbanas y urbanas, más el grado de marginación de éstas. Por último, para saber quiénes son los niños y jóvenes que no asisten, se muestra la asistencia de las poblaciones en condición de vulnerabilidad.

México es un país con enormes desigualdades y el sector educativo no es la excepción, ya que aún persisten regiones y grupos de la población que no han podido acceder a la escuela. Por ejemplo, al analizar la desigualdad en la asistencia de la población entre las entidades federativas para 2015, se observa que entre los 6 y 11 años persiste una diferencia de hasta 3.2 puntos porcentuales entre Chihuahua y Yucatán, donde Chihuahua muestra la tasa más baja, con 95.5%, seguido por Chiapas y Oaxaca, con 95.7 y 96.3%, respectivamente. Entre los 12 y 14 años esta diferencia se incrementa hasta en 9.3 puntos, donde Chiapas y Michoacán son las entidades que deben intensificar sus esfuerzos para lograr garantizar que todos los niños en esta edad asistan, pues en 2015 registraron que la asistencia era de 87.4 y 89.5%, en ese orden. De los 15 a 17 años, además de ser el grupo de edad con las menores tasas de asistencia, la diferencia entre las entidades alcanza 19 puntos, que es la brecha entre la Ciudad de México, con 83%, y Michoacán, con 64% (gráfica 2.4).

Gráfica 2.4 Tasa de asistencia escolar por entidad federativa según grupos de edad, 2015

En la gráfica 2.4 también es posible observar cuáles son las entidades que enfrentan los mayores retos para lograr que todos los niños y jóvenes asistan a la escuela. Como se ha mencionado, aunque a nivel nacional se está cerca de alcanzar la universalización de la educación primaria, en 2015 Chihuahua, Chiapas y Oaxaca registraron tasas de asistencia por debajo de 97% en el grupo de 6 a 11 años. En el caso de los niños de 12 a 14 años, Chiapas y Michoacán obtuvieron tasas inferiores a 90%. Esta situación se recrudece en el caso de los jóvenes de entre 15 y 17 años, pues seis entidades presentaron una asistencia que no alcanza siquiera 70%: Michoacán, Chiapas, Guanajuato, Oaxaca, Aguascalientes y Durango.

Los niños y jóvenes que en mayor medida no asisten de manera regular a la escuela son principalmente aquellos que viven en localidades pequeñas o con un alto grado de marginación, son indígenas o hablantes de lengua indígena (HLI), pertenecen a hogares donde el jefe cuenta con bajo nivel educativo, son pobres o vulnerables por ingresos o carencias sociales, son miembros de hogares con bajos ingresos o viven con algún tipo de discapacidad.

Otro de los grupos en condiciones de vulnerabilidad es el de los niños pertenecientes a familias de jornaleros agrícolas migrantes, quienes provienen comúnmente de localidades pequeñas y con alto grado de marginación; muchos de ellos son indígenas y hablantes de alguna lengua indígena. Según estudios que retoman cifras de la SEP, se estima que sólo asiste entre 14 y 17% de los niños de familias de jornaleros migrantes en edad para cursar la EB (SEP, 2015b; INEE, 2016a).

Hasta hace unas décadas el acceso a la escuela para las mujeres estaba restringido. En 1980 la tasa de asistencia a primaria por sexo del grupo de 6 a 14 años era ligeramente superior para los hombres que para las mujeres: 61.7% frente a 60.2%. Una década después la brecha en la asistencia entre mujeres y hombres de 6 a 11 años desapareció, y en 2010 se logró revertir tanto para el grupo de 12 a 14 años como para el de 15 a 17. Actualmente, las tasas de asistencia, al igual que otros indicadores sobre el acceso y la trayectoria educativa, muestran mejores condiciones en el caso de las mujeres respecto de los hombres.

En referencia al tamaño de la localidad de residencia de la población, la disponibilidad de un centro escolar en la comunidad y la accesibilidad que éste tenga determina en gran medida la posibilidad de que los niños asistan a la escuela. La mayor diferencia en el acceso según el tamaño de localidad se observa en la población de 15 a 17 años, con casi 15 puntos porcentuales entre aquellos que residen en localidades con menos de 2500 habitantes y quienes habitan en localidades de 15000 o más. Algo similar ocurre al comparar según el grado de marginación de la localidad donde viven, lo que se explica también por la fuerte relación que existe entre ambas características: las localidades con mayor marginación suelen ser las más pequeñas (tabla 2.6).

Otro punto importante es la desigualdad persistente en el acceso de niños y jóvenes según su condición de hablantes de lengua indígena (HLI). Aunque se han mostrado avances relevantes en el acceso de los niños a la escuela, en especial en la EB, no ha sido posible que el SEN garantice que todos los niños indígenas asistan de forma regular a la escuela, en específico a los servicios adecuados para esta población, como las escuelas bilingües e interculturales, donde es primordial que los maestros hablen la misma lengua de los alumnos. La expansión de servicios educativos indígenas en preescolar y primaria, que coincide con el dato de la mayor proporción de niños monolingües en lengua indígena en edades de cursar estos niveles, se ha dado principalmente en localidades de menor tamaño, aunque un gran número de familias y niños indígenas habita en las ciudades del país, donde, si bien hay una mayor disponibilidad de servicios educativos, la condición de HLI y la falta de servicios educativos inclusivos representan una barrera para que puedan acceder a la escuela. Incluso en las edades en las que prácticamente todos los niños asisten se observan brechas en la tasa de asistencia entre alumnos HLI y no HLI. En 2015, en el ámbito nacional, de los 6 a los 11 años la diferencia en la asistencia entre los alumnos hablantes y no hablantes de lengua indígena fue de 2.2 puntos porcentuales; entre la población de 12 a 14 años fue de 7.1 puntos, y de 17.7 puntos en el grupo de 15 a 17 años.

Como se ha mencionado, casi se ha alcanzado la cobertura universal de la educación primaria; sin embargo, el SEN aún no ha logrado implementar las adecuaciones en infraestructura, planes y programas de estudio que permitan a la población, sin importar su condición, asistir de manera regular a la escuela, en especial a quienes presentan algún tipo de discapacidad. Al respecto, con datos de la ENIGH para 2016 se identifica que sólo 88.7% de los niños con discapacidad de entre 6 y 11 años asiste a la escuela, mientras que para las poblaciones de 12 a 14 años y de 15 a 17 años el porcentaje desciende a 72.1% y 55.8%, en ese orden.

Aunque en el artículo 65 de la Ley General de Educación (LGE) se establece que los niños deben inscribirse a preescolar y primaria a los 3 y 6 años cumplidos al 31 de diciembre, respectivamente, en la estadística educativa se registra la edad cumplida de los alumnos al 30 de septiembre.
En el caso de la asistencia de los niños de 3 a 5 años, el dato se obtiene para 2010 y 2016 con base en los microdatos de la ENIGH, ya que en este instrumento se muestran cifras más confiables en comparación con los censos de población para este grupo de edad específico.
La tasa de asistencia puede presentar algunas variaciones relacionadas con las fechas de levantamiento, en especial, si se le compara con otras medidas, como la tasa de matriculación y la tasa de cobertura. Si bien estas medidas dan cuenta de fenómenos muy parecidos, no son idénticos. Por ejemplo, cuando los levantamientos del censo o la encuesta se hacen en periodos vacacionales, se debe hacer hincapié en la asistencia al periodo escolar previo; de no hacerlo, se estaría subestimando la asistencia.
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