Escolaridad de los padres
El nivel de escolaridad de los padres suele ser un aspecto importante a considerar cuando se habla de lo que aprenden los estudiantes en la escuela, ya que influye en la forma de estructurar el entorno familiar, así como en la interacción que tienen con sus hijos para promover el logro académico. Los padres con mayores niveles de escolaridad promueven sin darse cuenta un vocabulario más amplio en sus hijos (Fernald, Marchman y Weisleder, 2013), y pueden establecer un balance entre el acompañamiento académico que proporcionan y la expectativa académica que tienen de sus hijos, lo cual suele traducirse en un mejor desempeño (Davis-Kean, 2005).
En cuanto al nivel de escolaridad tanto del padre como de la madre, se ha observado que desde preescolar hasta EMS existe una clara asociación con los resultados que obtienen los estudiantes en Lenguaje y Comunicación y Matemáticas. El INEE ha monitoreado esta variable de manera consistente en los cuestionarios de contexto que se aplican desde hace poco más de 10 años, además de ser un factor que en diversos estudios, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, se ha reportado como importante para el capital cultural de las familias.
En 2007 se analizó el impacto que tiene esta variable en el logro de aprendizajes de los alumnos de preescolar; en 2015, en estudiantes de 6° de primaria y 3° de secundaria; y en 2017, en el último grado de EMS. En estos análisis se observa la misma tendencia: a mayor nivel de escolaridad de los padres, mejores resultados de los estudiantes.
Se espera que aquellos padres con niveles educativos más altos tengan ocupaciones mejor remuneradas, lo que supone cierta asociación entre este indicador y los referentes a las condiciones socioeconómicas de las familias, lo cual se traduce en la acumulación de bienes, servicios y recursos que se asocian con la permanencia en la escuela y el desempeño académico de los hijos (Fernández, Blanco y Banegas, 2004). Además, es probable que los padres con mayores niveles de escolaridad puedan apoyar en mayor medida el aprendizaje de sus hijos.
Es ampliamente conocida la importancia que el capital económico y cultural de cada alumno tiene para explicar sus niveles de aprendizaje. Lo esperado es que en la mayor parte de las escuelas exista una relación positiva entre este capital y el logro: los alumnos en condiciones de vulnerabilidad suelen obtener resultados más bajos, reproduciéndose así las desigualdades sociales de origen. Sin embargo, es razonable suponer que algunas características de la organización escolar y políticas afirmativas a nivel nacional y estatal sobre poblaciones de estudiantes identificadas como vulnerables podrían contribuir a reducir el impacto del origen sociocultural sobre los aprendizajes, es decir, podrían hacer que algunas escuelas tuvieran resultados más "justos", menos influidos por el origen social de cada alumno (Blanco, 2011).