Los procesos educativos: ambientes de aprendizaje y convivencia escolar
Este informe incursiona por primera vez en la evaluación de dos aspectos relativos a procesos educativos: los ambientes de aprendizaje y la convivencia escolar. Varios estudios han demostrado que la enseñanza y el aprendizaje ocurren con mayor eficacia en ambientes armónicos, ordenados y de exigencia académica. Además, la formación ciudadana —uno de los propósitos centrales de la educación— requiere que en las escuelas los estudiantes vivan una convivencia democrática, inclusiva y pacífica.
La violencia escolar ha emergido en estudios del INEE como el principal factor entre un conjunto de variables que afecta el aprendizaje de Español y Matemáticas, tanto en primaria como en secundaria. El clima de violencia es la variable más consistente y con mayor influencia negativa sobre los resultados educativos.
En una investigación de 2007 sobre la violencia en la educación básica, el INEE encontró que el fenómeno estaba presente, aunque su incidencia no era muy alta: el índice de violencia escolar construido para dicho estudio mostró puntajes bajos tanto en primaria (8.7%) como en secundaria (5.7%), aunque se incrementaba en las primarias indígenas (15.5%) y en las secundarias privadas (7.4%). Los estudiantes con antecedentes de repetición o de cambio de escuela participaron con mayor frecuencia en actos de violencia.
Se ha demostrado que la gestión escolar tiene un papel importante en la contención de la violencia, de modo que si hay reglas claras y se aplican con consistencia y de manera mesurada, aquélla puede disminuir. Lo anterior es coherente con el hallazgo de que cuando la disciplina escolar no es estricta, o bien cuando es muy estricta, se obtienen valores más altos en el Índice de Participación en Actos de Violencia.
Más recientemente, los resultados de los cuestionarios que acompañan las pruebas PLANEA comprueban la baja presencia de violencia en las escuelas mexicanas. Las primarias generales urbanas presentan porcentajes más altos de estudiantes involucrados en acciones que implican violencia. En secundaria, las generales y las técnicas tienen porcentajes superiores que las telesecundarias y las comunitarias. Todo parece indicar que en las escuelas pequeñas la presencia de la violencia escolar es menor.
Por otro lado, el Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadana encuentra que la agresión verbal es la más recurrente entre los estudiantes de segundo de secundaria: 64% de los alumnos mexicanos reporta haber sido objeto de burlas, y un porcentaje similar, haber recibido apodos ofensivos. Ello coincide con lo que arrojan los cuestionarios de PLANEA en secundaria. En EMS, de acuerdo con la Evaluación de Condiciones de Enseñanza y Aprendizaje (ECEA) que elabora el INEE, también la agresión verbal aparece como la más frecuente, seguida del robo, la difamación y la agresión física. También en este caso, los planteles con menos estudiantes reportaron los porcentajes más bajos en indicadores de violencia escolar.
Es alentador el hecho de que en este último estudio, 86.7% de los estudiantes señaló sentirse seguro en su escuela. La baja presencia de la violencia y la alta sensación de seguridad son, sin duda, una fortaleza de la que se puede hacer depender una fuerte actividad preventiva ante contextos externos cada vez más violentos.
La convivencia escolar se considera como una condición básica en la generación de ambientes adecuados para la enseñanza y el aprendizaje. Los resultados de ECEA Primaria son en este sentido favorables, pues la gran mayoría de los estudiantes señaló que sus profesores son pacientes y amables en su trato hacia ellos y que existe respeto mutuo. En ECEA-EMS la información disponible también muestra que los estudiantes del último grado tienen buenas relaciones con sus docentes, pues casi la totalidad señaló que se lleva bien o muy bien con ellos, que son amables, les tienen confianza y muestran disposición a apoyarlos.
La mayoría de los estudiantes de primaria opina que sus maestros promueven la participación de todos, atienden a quien requiere ayuda, se esfuerzan por que los temas sean interesantes y valoran su esfuerzo. El aspecto que menos atienden es el relacionado con promover conocimientos de la cultura de los estudiantes. En el índice de trato inclusivo construido por esta evaluación 24% de las escuelas se encuentran en nivel muy alto; 65.9%, en nivel alto; 9.1%, en nivel bajo, y 1%, en nivel muy bajo. Solamente las escuelas comunitarias e indígenas multigrado presentan porcentajes importantes en los niveles bajos. Ello parece revelar la dificultad de sus docentes para promover la inclusión, así como la necesidad de formarlos con miras a generar ambientes adecuados en su práctica docente.
En EMS los resultados también son muy favorables; el indicador más bajo nuevamente es el que se refiere a la atención a la diversidad.
Por lo que toca a la opinión de los estudiantes sobre su participación en el aula, el índice que la resume en primaria muestra que 31.5% de las escuelas se encuentran en el nivel más alto y 65% en el alto, un dato sin duda alentador, pues 96.5% de los estudiantes señala que sus docentes promueven la participación en el aula. Los docentes dominan y aplican este principio pedagógico, una fortaleza que el sistema debe aprovechar. Algo similar sucede en secundaria, a juzgar por los cuestionarios que se aplican con la prueba PLANEA. El aspecto más débil es la promoción del trabajo en equipo.
A propósito de la participación en la escuela, los resultados también son favorables. Indican que las opiniones se escuchan, si bien no siempre se ponen en práctica las propuestas de los estudiantes. Esto es cierto para los tres niveles de la educación obligatoria considerados, lo que señala la necesidad de impulsar la participación de los estudiantes en la toma de decisiones como una estrategia de aprendizaje democrático y ciudadano.
Por último, los resultados muestran que el manejo de conflictos sí está presente, pero lo protagonizan docentes y directivos; se recurre poco a la escucha y el diálogo para resolverlos de manera participativa. Es necesario promover que los alumnos aprendan a manejar los conflictos, y los docentes deben estar capacitados para ello.
En suma, los resultados sobre la convivencia en la escuela son muy alentadores. Los docentes han adoptado los principios de convivencia y los manejan en forma adecuada; los estudiantes se sienten seguros y tomados en cuenta. Deben fortalecerse el reconocimiento y el respeto a la diversidad, así como la participación y el involucramiento de los estudiantes en la vida escolar.
Los datos nos hablan de una fortaleza de los docentes y del sistema educativo mexicano que contiene un enorme potencial para que, reforzando la convivencia, la escuela se convierta en educadora para la no violencia y la solución pacífica de conflictos, y realice un aporte sustancial a la prevención de la violencia social.
Se han analizado dos procesos educativos íntimamente relacionados entre sí, que se refieren a la creación de ambientes de aprendizaje y a la convivencia escolar. Si bien hay evidencia de que la violencia está presente en las escuelas mexicanas, tal situación no es, ni con mucho, generalizada. Es satisfactorio observar cómo los directivos y los docentes son capaces de generar ambientes escolares propicios al aprendizaje y al desarrollo socioemocional de los alumnos y, ciertamente en menor medida, de promover una formación cívica y ciudadana. He aquí una enorme fortaleza de los docentes y de las escuelas mexicanas sobre la cual la política educativa debe fincar una educación para la paz y la no violencia, y fortalecer una educación para la ciudadanía y la democracia.