Abandono escolar en bachillerato: una mirada a las raíces del fenómeno

Más allá de la falta de recursos, existen factores aún más decisivos en el abandono escolar del nivel medio superior. Una mirada a las historias de alumnos, profesores y especialistas retrata el permanente abandono en el que permanecen las necesidades emocionales de muchos estudiantes.

Más allá de la falta de recursos, existen factores aún más decisivos en el abandono escolar del nivel medio superior. Una mirada a las historias de alumnos, profesores y especialistas retrata el permanente abandono en el que permanecen las necesidades emocionales de muchos estudiantes.

El desempeño académico de Lucía* durante la preparatoria era sobresaliente: tenía las mejores calificaciones, su comprensión lectora era superior al promedio y resolvía problemas matemáticos con facilidad. Apoyaba a sus compañeros en sus dificultades y ayudaba en las tareas de organización escolar. Un día, dejó de asistir al bachillerato. Sus amigos, en Purépero, Michoacán, no sabían la causa; sus vecinos contaban que su padre siempre negaba su paradero, argumentando que se había ido a trabajar.

De sus hermanos más pequeños, de ocho y doce años, tampoco se sabía mucho; pocas veces eran vistos en el mercado del pueblo y tenían un aspecto triste y descuidado.

Al cabo de un año, una de sus amigas contó a los profesores que el padre de Lucía la explotaba sexualmente, al igual que a sus hermanos. Además, trabajaban en casas sin recibir pago alguno. Lucía resultó embarazada. Desde entonces, no se le ve mucho.

Marco Antonio, por otra parte, quería ser profesor. Cursaba el cuarto semestre del bachillerato en Morelia, Michoacán. Aunque ponía su mayor esfuerzo, continuar sus estudios le resultaba complicado, pues la situación económica de su familia no le permitía alimentarse bien ni llevar los materiales para estudiar. Cierto es que contaba con una beca del Programa Oportunidades, pero no le alcanzaba para cubrir sus necesidades básicas.

Al pasar al quinto semestre dejó de asistir a la escuela. De vez en cuando se le veía alrededor del plantel, acompañado de otras personas. Sus amigos sabían que trabajaba, pero no en qué.

Tiempo después, Marco Antonio apareció en los diarios locales: murió en un ataque de sicarios. Pertenecía a un grupo criminal que traficaba con drogas, realizaba secuestros y extorsiones. Un comando contrario los emboscó en la colonia San Pascual, en la capital michoacana. Ahí acabó también la esperanza de contar con un nuevo profesor.

La deserción en la educación media superior (EMS) es un problema multifactorial que va más allá de carencias económicas y becas mal distribuidas; para entenderlo es necesario un acercamiento real a los jóvenes, ser empáticos con sus contextos, situaciones, procesos de cambio psicológico y biológico.

Para contrarrestar esta situación, es urgente contar con políticas que intervengan en caso de riesgo, capaces de dotar a los estudiantes de las herramientas, recursos y apoyos básicos para que se puedan desenvolver libremente, desarrollen seguridad en sí mismos y enfrenten los problemas de manera eficaz.

En México, alrededor de 30% de los jóvenes entre quince y diecisiete años está fuera de la escuela; de cada diez estudiantes que ingresan a la EMS sólo siete la terminan en el tiempo reglamentario, en tanto que la extraedad y la reprobación afectan a una proporción significativa, además de que el rezago de quienes rebasan los diecisiete años es considerable. Asimismo, los aprendizajes siguen siendo insuficientes para una amplia proporción de alumnos, lo que refleja las dificultades que los jóvenes enfrentarán en su desarrollo futuro como ciudadanos (INEE, 2017).

En Directrices para mejorar la permanencia escolar en la educación media superior, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE, 2017: 8) señala que: el abandono escolar que experimentan los jóvenes en la EMS se suma a esa deuda social y es, también, reflejo de las desigualdades sociales y las inequidades educativas que existen en el país. Aunque son distintas causas las que lo explican (económicas, sociales y familiares) los factores escolares son cada vez más visibles y es posible realizar desde el ámbito de la política acciones específicas para hacerles frente. Así, el desinterés por el estudio, la dificultad de entendimiento a los profesores y la reprobación de materias, entre otros, son factores que influyen en mayor medida en el abandono escolar.

La subsecretaria de Educación Media Superior, Sylvia Ortega Salazar, estima que cada año más de seiscientos mil jóvenes abandonan el bachillerato, lo que coloca a México como uno de los países con las tasas de deserción más altas de Latinoamérica (Poy, 2018).

Poblaciones rurales: mayor vulnerabilidad

Chiapas

La comunidad de Las Delicias está a dos horas de Comitán, a seis de Tuxtla Gutiérrez y a escasos quince kilómetros de la frontera con Guatemala. Pertenece al municipio de La Trinitaria, en Chiapas.

Los pocos jóvenes que no han emigrado a los Estados Unidos, Cancún o Mérida son afortunados, pues en su localidad está el único bachillerato en varios kilómetros a la redonda.

Los profesores del Colegio de Bachilleres Comunitario 129 se enfrentan día a día a problemas de deserción. Aunque realizan campañas, tutorías personalizadas, apoyo psicológico e intervención con las familias, continúa el abandono a causa de los embarazos, matrimonios prematuros y migración.

“Muchas de mis mejores alumnas se tienen que separar de sus estudios por embarazarse prematuramente; es frustrante y muy triste”, dice Guadalupe Morales, quien por nueve años ha impartido, al mismo tiempo, las materias de Taller de Lectura, Ciencias de la Comunicación y Literatura, y ha atestiguado innumerables casos de abandono escolar.

El problema —considera— es que no existe una educación emocional, pues los jóvenes se sienten muy solos. “Aquí, los padres se van a Estados Unidos y abandonan a sus familias. Los hijos son encargados con los abuelos y ellos no pueden, ni deberían, educar a estos jóvenes. Desde ahí comienza el problema. Como profesores —agrega— vamos identificando a los alumnos que se encuentran en situaciones vulnerables”.

Guadalupe tiene una estrategia, que puede parecer muy simple, pero que ha dado resultado: en cada clase analizan un texto de autor y temática diferentes. Ahí, ella identifica sus reacciones, comentarios y sentimientos, lo que le da un panorama sobre el estado emocional de sus alumnos. A partir de ello, hace una intervención personalizada para ayudarles a enfrentar sus problemas personales.

“Muchas veces hacemos la función de psicólogos, platicamos con alumnos, generamos confianza, compartimos nuestras experiencias y tratamos de hacerles entender la importancia de estudiar el bachillerato. Es una labor titánica que hacemos sin mucho apoyo de las autoridades educativas”, afirma.

Gradualmente ha habido frutos: “Aquí, en Las Delicias, hasta hace poco la tradición era que, máximo al cumplir los quince años, las mujeres ya tendrían que estar casadas y con hijos. Hoy, gracias a las acciones que hacemos desde el bachillerato, este límite de edad se ha recorrido hasta los dieciocho o más, valorando más la culminación de la educación media e incentivándolos a que vayan a Comitán o a donde quieran, a la universidad”.

Profesora Guadalupe Morales, Colegio de Bachilleres Comunitario número 129,
Comunidad de Las Delicias, La Trinitaria, Chiapas.

Para José de Jesús Aguilar Argüello, quien imparte Química, Física, Biología, Ciencias de la Salud y Geografía, los motivos de deserción se originan en el núcleo familiar. Además, influye directa o indirectamente el abandono del gobierno y de las autoridades hacia los jóvenes.

Explica que si muchos de sus estudiantes prefieren casarse, ingresar a grupos delictivos o migrar hacia Tijuana o los Estados Unidos, es por las pobres condiciones de su comunidad, donde la única forma de vivir es de la producción agrícola y no existen alternativas de desarrollo a los alrededores.

“Como escuela, intentamos disminuir los niveles de deserción con mayor organización y acercamiento a los alumnos, pero muchas veces no contamos con las herramientas necesarias”, advierte el profesor.

Desde su perspectiva, se requiere mayor acercamiento de las autoridades educativas con los maestros. “Nos hacen falta conocimientos para lidiar con estas situaciones. No tenemos una formación de psicólogos o terapeutas, pero tenemos que hacerlo con la poca información con la que contamos”.

Profesor Jesús Aguilar Argüello, Colegio de Bachilleres Comunitario número 129,
Comunidad de Las Delicias, La Trinitaria, Chiapas.

Michoacán

Cuando se busca alguna noticia del municipio de Purépero, Michoacán, los resultados son lamentables: violencia, asesinatos, tráfico de droga, feminicidios. Esto da una idea del ambiente en el que se desarrollan los jóvenes de la región.

“Estamos en un contexto muy complicado para los estudiantes: violencia en todas sus expresiones, embarazos prematuros, drogas, falta de oportunidades, pero la escuela debe ser una salvadora para estas generaciones”, asegura Citlali Cortés González, quien imparte las materias de Química y Producción Industrial de Alimentos en el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Michoacán (CECyTE) núm. 13, en Purépero.

Continúa: “Conocemos muchos casos donde los alumnos son violentados por sus propios padres, parejas o compañeros, embarazos adolescentes, violencia por drogas, infecciones de transmisión sexual, entre otras, que afectan su desarrollo escolar y personal. Es ahí donde los maestros tomamos un papel fundamental de acompañamiento de vida”.

Citlali Cortés afirma sentirse limitada porque no puede ayudarles a sus alumnos a resolver su vida económica. “Puedo tener situaciones de acercamiento afectivo con ellos, quiero que transformen su vida, pero no puedo hacer nada más. Los muchachos y sus familias necesitan contar con los recursos básicos, en todos los sentidos, para desarrollarse”.

Profesora Citlali Cortés González, Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos
núm. 13, Purépero, Michoacán.

Para Marlene Maya Vargas, una de las cinco profesoras del Centro de Educación Media Superior Abierta y a Distancia núm. 24 de Zirahuén, municipio de Michoacán –una comunidad rural de no más de dos mil habitantes–, el carácter social de la población en la que viven sus estudiantes influye de manera determinante en si abandonan o no los estudios de bachillerato.

“Lamentablemente —explica— en nuestro plantel tenemos más deserción que casos de alumnos reprobados o con bajo aprovechamiento escolar”. Una de las principales causas que detecta, son los embarazos y matrimonios prematuros. “Acá, las muchachas se van con sus novios no necesariamente por estar embarazadas y ellos salen a trabajar a las comunidades aledañas, todo ello por presión de la comunidad. Aún es muy complicado hacerles entender la importancia de terminar sus estudios”. Sin embargo, considera que una de las fallas está en el mismo sistema escolar, pues no ha sabido retener a los alumnos con sus planes y programas de estudio.

Profesora Marlene Maya Vargas, Centro de Educación Media Superior Abierta
y a Distancia núm. 24 de Zirahuén, Michoacán.

Políticas públicas: fracaso y abandono

Hilda Arguello Avendaño, secretaria técnica del Observatorio de Mortalidad Materna en México, con sede en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, opina que son fallidas las actuales políticas públicas para hacer frente a la problemática de abandono por las cuestiones antes citadas, pues no se han sabido canalizar las acciones y programas de manera que lleguen a los jóvenes que son vulnerables ante estas situaciones.

“Por ejemplo, México sigue siendo el país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con el mayor número de embarazos adolescentes, y tenemos toda la literatura y estudios que dan una buena guía para resolver esto, pero no se han sabido implementar”.

Asegura que esta incapacidad se debe a la poca articulación entre las instituciones públicas que deben atacar el problema, pues si bien se cuenta con uno de los marcos normativos más sólidos del mundo, existen pocos tomadores de decisiones y gobernantes que entiendan a profundidad la raíz de la problemática, sobre todo en los contextos más pobres.

Por ejemplo —señala— en Chiapas, cuando se conformó el Grupo Estatal de Prevención del Embarazo Adolescente en 2017, se designó a personajes poco preparados al frente de este proyecto, que poco entendían de salud pública, educación y contextos de pobreza; además, no lograron una articulación de las instituciones involucradas como las secretarías de Educación Pública (SEP), de Salud (SSA) y de Desarrollo Social (SEDESOL), lo cual ha resultado en un rotundo fracaso.

Aunado a esto, añade, no existen partidas presupuestales bien definidas que ayuden a la prevención. “Las campañas se han enfocado en cómo enfrentar la problemática, pero no en cómo prevenirla”.

Hilda Argüello Avendaño, Secretaria Técnica del Observatorio de Mortalidad
Materna en México, San Cristóbal de las Casas, Chiapas.

Alumnos: una lucha diaria

Los principales actores, los alumnos, libran una batalla diaria contra el abandono: pobreza, desigualdad, violencia, paternidad prematura. La mayoría conoce o ha vivido en carne propia cada uno de estos factores.

“A mi mejor amiga, su novio le pegaba y no la dejaba venir”, comenta Berenice Guillén, estudiante del Colegio de Bachilleres Comunitario núm. 129 de Las Delicias, Chiapas.

“Sus amigas siempre supimos la situación por la que pasaba, pero por miedo no lo habíamos denunciado, sino hasta ayer. Lo he comentado con algunos de los profesores y espero que tomen cartas en el asunto, aparte de eso no puedo hacer nada más que tratar de apoyarla”, explica.

Incluso, reconoce, ella misma ha sido parte de estas estadísticas, pues, con dieciocho años, ha retomado los estudios que había dejado por más de dos años.

“Creía que no pasaba nada y que dejar de estudiar no me afectaría en lo más mínimo, pero estaba equivocada, no pensaba en mi futuro. Pero recapacité, quiero seguir estudiando y ser administradora de empresas, lograr mi independencia, apoyar a mis padres. También animo a mis compañeros para que lo logren”, dice entusiasmada.

Berenice Guillén, estudiante del Colegio de Bachilleres Comunitario número 129,
Comunidad de Las Delicias, La Trinitaria, Chiapas.

Luis Antonio Morales estudia en el mismo plantel y quiere ser músico. Su mirada cambia cuando habla de ello: se nota una gran pasión y, al mismo tiempo, cierta frustración por lo complicado que será lograr su objetivo.

“Dejé la escuela como un mes por falta de dinero; fui al campo a trabajar, pero he pensado en mi futuro. Toco la guitarra y quiero ser músico profesional. Para lograrlo, sólo necesito apoyo económico. El de mis padres y mis seres queridos ya lo tengo, pero existen acá muchas carencias”, dice.

Juan Rodríguez Silva, estudiante del primer semestre, afirma que en Las Delicias las dos principales razones por las que abandonan la escuela es por cuestiones económicas o porque forman parejas.

“Piensan que el matrimonio les resolverá la vida, que tendrán la misma autoridad que sus padres, pero muchas veces, cuando las mujeres se embarazan, los hombres se van hacia los Estados Unidos y las abandonan. Ahí es donde se arrepienten de haber dejado de estudiar”.

Juan Rodríguez Silva, estudiante del Colegio de Bachilleres Comunitario número 129,
Comunidad de Las Delicias, La Trinitaria, Chiapas.

Escuchar más historias y menos números

Profesores y alumnos exigen —y necesitan— que escuchen sus historias, propuestas y experiencias. Sólo así se podrán crear estrategias enfocadas a estos casos. Las necesidades de los estudiantes van más allá de los recursos, requieren profesores preparados para enfrentar y prevenir estas situaciones, un mayor acompañamiento emocional y profesional, más estabilidad en la cobertura de las necesidades básicas de ellos y sus familias, y la certeza de que el sistema educativo no los va a seguir abandonando.

Es necesario voltear a ver, primero, a las comunidades y escuelas rurales, a los poblados más pobres, pues son ellos quienes sufren los mayores estragos de la desigualdad en todos sus aspectos.

En las escuelas y comunidades hay talento, esperanza y voluntad; ojalá suceda lo mismo en el escritorio de las autoridades.


Referencias
(INEE). Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (2017). Directrices para mejorar la permanencia escolar en la educación media superior. Ciudad de México: INEE.
POY, Laura (2018). “Más de seiscientos mil jóvenes en México no terminan su bachillerato: Sylvia Ortega”. La Jornada, 22 de marzo.

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