Atrás han quedado los tiempos en los que un reporte de mala conducta bastaba para involucrar a los padres de familia en la vida académica de sus hijos; del mismo modo, ha sido superada la división formativa entre el hogar y el centro educativo. Hoy hemos de considerar la casa y la escuela como dos partes del mismo continuo, de modo tal que lo que se aprende en una no se desaprenda en la otra.
Por Raúl Uribe