Por Alfredo Huerta
Para tratar de comprender el mundo, es necesario tener presente que no todo obedece a una sola causa o a un solo factor y que un mismo evento podría no tener un solo desenlace; así, debe considerarse la posibilidad de que el origen de un fenómeno sea multicausal o multifactorial y, por ende, que las soluciones no se pueden limitar a una subjetividad. La certeza de la verdad ha sido un tema fundamental a lo largo de la existencia del hombre, ya que ésta se ha justificado con base en la perspectiva de cada uno de los habitantes de determinado tiempo y espacio, lo que obliga a pensar que pueden existir tantas verdades como hombres en el mundo, pero ¿cuál de todas esas verdades es la correcta?
Establecer un punto de partida basado en el positivismo cartesiano —sustentado en su duda categórica y el método científico—, en la lógica clásica —con resultados emanados del ácido juicio de los silogismos aristotélicos— o desde una perspectiva fenomenológica —como lo plantea Husserl (en Martínez 1996, pp. 97-132) al proponer el reduccionismo como principio detonador del conocimiento y al establecer que la verdad se deriva de la relación que se tenga con el objeto— es demasiado arriesgado, ya que, si no cae dentro de estos parámetros, se sentencia cualquier propuesta como mentira o improbabilidad, indistintamente de los elementos que hayan incidido para su elaboración.
Es por esto que se torna de vital importancia lo mencionado por Morin en el Manual de iniciación pedagógica al pensamiento complejo (en Velilla, 2002), donde establece que “no hay una definición del sustantivo complejidad”, ya que todo lo que se refiere a la realidad es denominado como complejo. Si se considera el término complejidad de una manera ligera y sin carga epistemológica, cualquiera pensaría que se hace referencia a la posibilidad de enredar de una manera categórica algo que podría manifestarse de una forma trivial y simple, especulando sobre los resultados desde una perspectiva empírica con base en nuestros propios prejuicios, pero sin detenernos a vislumbrar esa misma realidad desde otro punto de vista.
No es difícil ver este comportamiento reflejado en la realidad actual; sólo basta con observar cómo en las comunidades escolares se actúa con cierta repugnancia o con una manifestación de angustia al realizar por necesidad protocolos de investigación y, peor aún, al aplicarlos, alineados de manera rasa a una metodología específica, sin priorizar el resultado de la investigación, pero sí el cumplimiento de las formas establecidas por dicha metodología.
Al hablarse de pensamiento complejo se busca establecer una postura en la que se pueda trascender en un mundo real y en cualquier ámbito conforme al individuo, encaminándolo a desarrollar habilidades cognitivas superiores que se identifican con el prefijo meta pero que son difíciles de desarrollar, ya que, por un lado, se tiene firmemente arraigado lo que se hace y se piensa determinado por diversos esquemas “comprobados” a lo largo de la vida, pero, por el otro, considerar la posibilidad de que lo que se ha creído a lo largo de la existencia no es real sería como negar la existencia misma o aceptar que lo que se sabe es una mentira, ya que su supuesta validez se derrumba al ser producto de la subjetividad.
Hacerse consciente de tales situaciones pone al individuo frente a un dilema ético, ya que bajo una postura lógica clásica e irrefutable puede jugar con las dos caras de la moneda, convirtiéndose en un “relativista ético” tendiente a comportarse como mercenario, siempre tentado a un doble discurso, según la necesidad personal que lo aqueje en determinado momento, pero, por otro lado, se encuentra frente a esa postura meta que le permite enmendar el camino recorrido, que lo hace consciente de sus acciones, pero que, si no se maneja de una manera escrupulosa, puede convertirse en una herramienta de control y dominio permanente.
Complejidad hace referencia a la red diversa y entretejida que compone un fenómeno en forma global sin dividirlo en todas las disciplinas involucradas para analizarlas por separado sino todo lo contrario, entendiéndolas desde una postura sinérgica.
Es en este sentido que se debe tener claro que “complejidad” no es lo mismo que “complicación” de las cosas, ya que la complejidad hace referencia a la red diversa y entretejida que compone un fenómeno en forma global sin dividirlo en todas las disciplinas involucradas para analizarlas por separado (entendiéndose por disciplina a todas y cada una de las actividades y normas encaminadas al esclarecimiento de un tema en particular), sino todo lo contrario, entendiéndolas desde una postura sinérgica, es decir, que tome en cuenta su interrelación y su interpretación en cuanto a la percepción y el análisis de un evento, desembocando en procesos cognitivos evolucionados que den como resultado nuevos sistemas que se dirijan hacia la comprensión de dicho fenómeno.
La búsqueda de un “método” específico para la investigación social no se puede establecer de manera dogmática o bajo un esquema rígido de contenidos, en primera instancia porque se sustenta en aspectos burocráticos colocando al investigador en una zona de confort aparente, pero que, a la larga, lo sumerge en la más profunda de las cavernas, tal como lo diría Platón en su famosa alegoría, lo que lo hace partícipe del progreso como mero espectador de su creación y como operario sin opinión, y prioriza los aspectos cientificistas por encima de los resultados que se consideran meramente científicos sin que la metodología juegue como un factor limitante. En segundo lugar, se debe marcar de manera clara y precisa a la investigación desde una perspectiva que busque sobre todo adecuar los elementos y herramientas necesarios con base en el objetivo real de aquélla, para evitar su obstrucción por cuestiones de forma más que de fondo, tomando en cuenta la subjetividad, pero sin que sea determinante en el desarrollo, es decir, provocando un diálogo complementario entre los datos considerados como científicos y empíricos sin olvidar la experiencia o los conocimientos previos.
De la exposición anterior surge como propuesta personal la Espiral Evolutiva del Conocimiento, orientada a desarrollar las metahabilidades en cada uno de los individuos rescatando e integrando la información previa que cada uno posee desde las diversas perspectivas y enfoques que pudieran existir. Se integra además en cada una de las etapas una serie de “procesos” innovadores para destacar los tópicos esenciales a tratar, pero cuidando que permitan una flexibilidad metodológica enfocada a priorizar el resultado de la investigación y su vinculación con los objetivos buscados por encima de la alineación de la información a una estructura previamente establecida.
Inicialmente se parte de un “evento” dado por una circunstancia real o problema a analizar que, por su naturaleza, no cuenta con una organización en sus datos, por lo que se le percibe como un “caos” que es necesario aislar o determinar mediante un procedimiento “científico”, “lógico” o “fenoménico” para determinar si es una verdad o una no verdad, resultado que quedará como una “verdad absoluta”. Es aquí donde en realidad empieza la aventura, ya que dicha “verdad absoluta” debe someterse a la refutación con un contraejemplo, como lo menciona Popper (2008), y entablar un diálogo directo con los antagonismos que pudiera encontrar, con lo cual se pretende enfrentarla consigo misma en su camino a la universalidad navegando por una “zona de incertidumbre” y considerando las aportaciones de las “disciplinas” involucradas, para aceptar finalmente que “todo sirve” para tomarse en consideración, es decir, las diferentes perspectivas que su juego “interdisciplinar” proporciona.
Hablar de un juego para describir el recorrido expuesto no es tomarlo a la ligera; por el contrario, es entender que se llega a una “conformación compleja” por la diversidad de perspectivas “hologramáticas” del mismo evento, y que esto necesariamente obliga a cualquier individuo a desarrollar “metahabilidades metacognitivas” que a la postre se manifiesten como un resultado “transdisciplinar”, el cual se convierte en un “evento complejo” con diversas causas y efectos, por lo que puede decirse que “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”.
Buscando una aplicación práctica dentro del aula, se parte de una situación cualquiera o un problema de análisis que puede apoyarse con una pregunta detonadora para generar aportaciones espontáneas de los alumnos o solicitar el punto de vista del grupo sobre la situación dada; estas aportaciones reflejarán la percepción que tienen los alumnos sobre la realidad. Dicha percepción es resultado de sus “procesos cognitivos básicos”, los cuales en términos pedagógicos se consideran como “aprendizajes previos”. Éstos reflejan la postura del alumno como una verdad absoluta para él, y al manifestarlos como aprendizajes se da por sentado que son el resultado de un análisis consciente emanado de cualquier metodología formal, como el método científico, o que son el resultado de escrutinios individuales que ofrecen el respaldo de la lógica o la fenomenología y que dan al alumno la certeza de pisar suelo firme.
La percepción de los alumnos sobre la realidad es resultado de sus “procesos cognitivos básicos”, los cuales en términos pedagógicos se consideran como “aprendizajes previos”. Éstos reflejan la postura del alumno como una verdad absoluta para él.
Lo anterior es aplicable a cada uno de los alumnos que conforman el salón de clases, y, en este sentido, se está en la postura de afirmar que se está frente a una gran variedad de “verdades absolutas” o “aprendizajes previos”, cada uno con sus argumentos particulares producto de la interrelación de los diversos papeles a los que pertenece el alumno, ya sea como hijo, estudiante, amigo, novio, etc., y que integran su personalidad, la cual se ve reflejada en su conducta individual.
La perspectiva del pensamiento complejo pone de manifiesto que dichos “aprendizajes previos” están compuestos por la “interpretación individual de sus necesidades reales”, la “conciencia” del propio alumno sobre estas necesidades derivada de la experiencia individual y el “registro emotivo” generado cuando se adquirió dicho aprendizaje, sin perder de vista que no necesariamente son los mismos para cada alumno, y que deben tomarse en cuenta respetando su diversidad y su heterogeneidad dados la personalidad y el entorno individuales, lo que permitirá que cuando se socialicen dichos “aprendizajes previos” con la finalidad de evaluar la solidez de sus argumentos y de enfrentarlos con las demás posturas que manifieste el grupo en torno a la situación o al problema de análisis planteado de inicio, se desarrolle el aparato crítico del estudiante forzándolo a tener una actitud de intriga e investigación.
Una vez que se han enfrentado entre sí los “aprendizajes previos” de cada individuo y que se hace ver que lo que se pensaba con respecto a la realidad o la solución del problema de análisis tiene variaciones en torno a la concepción generalizada, el alumno se verá obligado a tomar en cuenta esas posturas antagónicas, para que, con base en los argumentos individuales, pueda reforzar, modificar o complementar los conceptos propios considerando las diversas aportaciones y perspectivas de los miembros del salón de clase, lo que dará como resultado el desarrollo de metahabilidades cognitivas tales como el análisis del propio aprendizaje, que podrá verse reflejado en nuevas concepciones de la realidad. Esto, a final de cuentas, constituye una nueva perspectiva sobre el mismo problema de análisis del cual se partió, pero con una visión renovada y robustecida.
Referencias bibliográficas
García, M. (1938). Lecciones preliminares de Filosofía. México: Época
Maldonado, V. (2008). Habilidades básicas del pensamiento México: Chicome
Martínez, Y. (1996). Filosofía existencial para terapeutas, y uno que otro curioso (pp. 97-132). México: LAG.
Popper, K. (2008). La lógica de las ciencias sociales. México: Colofón
Velilla Marco (comp.) (2002). Manual de iniciación pedagógica al pensamiento complejo. Corporación para el Desarrollo Complexus. Recuperado de: http://www.edgarmorin.org/images/descargas/libros/manual_iniciacion.pdf