Carlos Garduño González
Isaac Newton se concebía a sí mismo como filósofo, no como científico, y aun antes que él, Galileo Galilei había ya dado un paso determinante en la consolidación del método científico al señalarlo como medio para obtener un tipo de conocimiento independiente de la fe, la tradición o la autoridad. Además de Galileo, el médico William Harvey ya había empleado procedimientos parecidos en sus propios estudios sobre la circulación de la sangre.
Contemporáneo de estos dos últimos, y con seguridad influyente para ambos, fue René Descartes, quien teorizó filosóficamente sobre un método que debía ser útil en la búsqueda de la verdad. No permiten el objetivo de este artículo ni el espacio en que puede extenderse abundar más sobre las dimensiones de esta Revolución científica, entendida como el resultado de una extensa discusión filosófica descrita por Wilhelm Dilthey en su obra Hombre y mundo en los siglos XVIy XVII, pero sí es útil esta introducción para comprender la importancia de la filosofía en el principio de todas las disciplinas impartidas hoy en nuestro sistema educativo.
La Revolución científica de la que hablamos sentó las bases que guiaron todas las indagaciones posteriores sobre nuestro universo. Nos concierne remarcarlo en el ámbito educativo una vez que varios ministerios de Educación, incluida la Secretaría de Educación Pública en México, han adoptado la meta común de dar a sus estudiantes la competencia de aprender a aprender, pues en la historia del conocimiento el análisis de este momento nos acerca a una mejor comprensión de la manera en que el hombre hizo más eficientes sus investigaciones, y nos conduce a la filosofía como un atractivo eje de vinculación para todos los aprendizajes.
Por ejemplo, el astrónomo Marco Arturo Moreno Corral recurre inevitablemente a ella en La morada cósmica del hombre, referente para el docente interesado en el asunto que aquí expongo, cuando reconstruye el proceso de aprendizaje del ser humano a lo largo del tiempo. Pero más allá de esta asociación deseable, conviene atender los casos de Formación Cívica y Ética y de Matemáticas, asignaturas en que la filosofía tiene una presencia importante, pues para su estudio se recurre de manera constante, aunque inconsciente, a la ética y a la lógica, disciplinas indiscutiblemente filosóficas.
Si nos aferramos al propósito de vinculación disciplinaria a partir de la filosofía, podríamos empezar a atacar asuntos como los que Erick Juárez Pineda menciona en su artículo “Civismo y formación ética: grandes ausentes frente a enormes problemas”, pues el estudio del civismo en torno a otros conocimientos y ya no alrededor de la identidad nacional daría más presencia a la asignatura y el tratamiento complejo que merece, en lugar del carácter doctrinario que ahora tiene y que lo somete a constantes contradicciones.
En el propósito descrito, complementaria será la teoría del conocimiento, también disciplina de la filosofía, pues su estudio es fundamental en la formación de un criterio para evaluar datos, supuestos y afirmaciones, lo cual es sumamente útil en una era en la que las falacias se multiplican en Internet y se reproducen en otros medios. El estudiante instruido en la teoría del conocimiento estará capacitado para integrar y evaluar aprendizajes que no sólo provengan de la escuela, sino también de su entorno complejo, lo que lo hará más receptivo en su vida cotidiana: al comprender mejor la relación entre la realidad y sus conocimientos, también podrá actuar en sentido contrario, ya que podrá aplicar en sus experiencias extraescolares los aprendizajes que adquiera en la escuela, habilidad que ha evaluado pisa en sus distintas aplicaciones por ser de suma importancia para los esfuerzos educativos actuales.
Por lo expuesto, la revaloración de la filosofía y de sus especialistas podría ser un movimiento clave para lograr la calidad de la educación, pues este acercamiento podría guiar el diseño de planes y programas con contenidos pertinentes, vinculados y ordenados. Así, pues, inventar el hilo negro no es necesario. Examinemos nuestros aciertos en el camino que ya hemos recorrido.
Referencias
Dilthey, Wilhelm (1944). Hombre y mundo en los siglos XVI y XVII. México: FCE.
Juárez Pineda, Erick (2017). Civismo y formación ética: grandes ausentes frente a enormes problemas. RED. Revista de Evaluación para Docentes y Directivos, 6, pp. 60-73.
Moreno Corral, Marco Arturo (2003). La morada cósmica del hombre. Ideas e investigaciones sobre el lugar de la Tierra en el Universo. La Ciencia para Todos. México: FCE/SEP/CONACYT.
Voltaire (2014). Cartas filosóficas. Cien del Mundo. México: Dirección General de Publicaciones-Conaculta.
Wright, Thomas (2016). La circulación de la sangre. La idea revolucionaria de William Harvey. México: FCE.