Por Verónica Garduño G.
La autoestima de una niña o niño ya está en buena parte formada cuando ingresa a preescolar, aunque desde luego puede modificarse a raíz de los eventos que se presentan en la vida. Es importante para el maestro estar consciente de que tiene un papel relevante en la conformación de la autoestima de los menores a su cuidado.
La autoestima es un concepto muy debatido en psicología. La siguiente es una definición útil y más o menos consensuada: es el valor relativo que los individuos se atribuyen a sí mismos o el valor que consideran que los demás les atribuyen.
Aunque los conceptos difieren según el autor, algo en lo que todos están de acuerdo es en que la autoestima tiene simultáneamente un origen interno y un origen social. Por un lado, se aprende o se construye a partir de la interacción con personas significativas como familiares, profesores y amigos; por otro, es el individuo quien va procesando sus experiencias para construir un concepto positivo o negativo de sí mismo.
Un factor que los interesados en educación deben tomar en cuenta es que la autoestima se desarrolla desde etapas muy tempranas, en las que la familia y la escuela aportan a la persona información relevante sobre su identidad y la hacen sentir segura y querida. Si buscamos en la memoria un episodio que nos haya ayudado a tener buena autoestima es muy probable que lo encontremos en los años escolares. Desafortunadamente, la posibilidad de que suceda a la inversa es también muy alta.
Los maestros no llevan sobre sus hombros toda la responsabilidad del desarrollo y el cuidado de la autoestima de sus estudiantes. Los padres también juegan el papel fundamental en este terreno. Por lo demás, la autoestima se modifica a lo largo de toda la vida. Sin embargo, es muy importante tener claro que en el aula ocurren eventos indelebles para formación de este elemento de la personalidad.
Los docentes suelen valorar mucho en sus alumnos habilidades cognitivas, como la memoria, la capacidad para leer o resolver problemas matemáticos. No obstante, cada vez más autores insisten en la importancia de desarrollar y valorar también habilidades sociales y emocionales, como la motivación, la perseverancia y, desde luego, la autoestima.
Estas habilidades no solamente contribuyen a un mejor rendimiento académico; también propician una mejor convivencia en el salón de clases. En este caso se cumple la regla de que las competencias generan nuevas competencias y la motivación produce mayor motivación. A lo largo de la vida, una sólida autoestima es una herramienta esencial para resolver cualquier reto.
En su libro Autoestima ¿cómo desarrollarla?, la profesora Jean R. Feldman considera que sin un sentido positivo de ellos mismos los niños crecen tímidos, reservados, dependientes, sintiéndose inferiores e inseguros, y son más proclives a caer en las drogas y a abandonar los estudios. Por el contrario, si tienen una autoestima elevada, les es más sencillo hacer amistades, tratar a los demás con sensibilidad, aceptar las diferencias y enfrentar los cambios.
Los profesores están en una posición privilegiada para ayudar a sus estudiantes a descubrir sus talentos, contribuir a que se conozcan y tengan confianza en ellos mismos. Al efecto, pueden organizar actividades en las cuales sus alumnos tengan experiencias de éxito, que les den referencias para reconocer su eficacia y su capacidad para resolver problemas y enfrentar la vida.
Algunas estrategias que la autora propone a los docentes para alcanzar la meta de fomentar una buena autoestima son: aceptar a los niños tal como son e invitarlos a que se autoacepten; conocer lo que cada uno tiene de especial; evitar compararlos; usar sus nombres constantemente; e interesarse en sus vidas fuera de la escuela.
Otras recomendaciones son reconocer que hay muchas formas de talento, además de las relacionadas con la inteligencia lógica matemática, y valorar también la creatividad y la originalidad. Igualmente, es deseable desarrollar programas de enseñanza que permitan a todos los estudiantes sentirse capaces y exitosos. Paralelamente, se sugiere propiciar que los niños reconozcan en qué aspectos son buenos y en cuáles deben trabajar para mejorar.
También es valioso y útil que los profesores compartan con sus alumnos algunos aspectos de su vida personal, para que los reconozcan como seres humanos reales y concretos, con características positivas y retos que enfrentar. No sobra el que por casualidad los niños escuchen comentarios positivos sobre ellos.
Así pues, sabiendo el profundo impacto que tiene el actuar de los maestros en la autoestima de sus estudiantes, nuestras lectoras y lectores pueden encontrar en el libro de la profesora Feldman muchas actividades concretas para llevar a cabo en el aula, las cuales, además de trabajar en este sentido, se integran con el desarrollo de habilidades de lectura, escritura y expresión oral.
Referencias
FELDMAN, Jean R. (2005). Autoestima, ¿cómo desarrollarla?: juegos, actividades, recursos, experiencias creativas. Madrid: Narcea.