Crónica: Experiencias docentes en torno a la calidad de la educación

Gretta Penélope Hernández es cronista, fotógrafa y ferviente creyente de “educar para crear sociedades donde quepamos todos, cómodamente”. Ha colaborado en diversos periódicos, tiene una columna de opinión en el diario digital HuffPost México. En esta ocasión, para mostrar cómo se hace realidad la teoría en las aulas, presenta cuatro abordajes vivenciales del concepto “educación de calidad”.

 

1. Voluntad, vocación y recursos

 

Mientras el sol llega al cenit y está por sonar la chicharra que anuncia el fin de clases en la telesecundaria 190, ubicada en Nezahualcóyotl, Estado de México, José Reynado González, quien lleva 13 años impartiendo clases en este plantel, aborda la calidad de la educación con su voz suave y cortés:

 

—Tener el derecho no significa que lo ejerzas. ¿Cómo hacerlo? El gobierno tendría que traer a los jóvenes de sus casas a las aulas, saber qué es lo que les impide acudir a clases. Después, hay que sumar la calidad, término que yo rechazo por empresarial. ¿Qué necesita un alumno para tener una educación de calidad? Primero, la estructura humana: secretarios, servidores, profesores y directores con el nivel adecuado. El caso de las telesecundarias es un caso especial. Aquí los retos son mayúsculos. Un profesor de telesecundaria que debe atender a 30 alumnos e impartir Matemáticas, Física, Química, Biología, Español, Inglés, Educación Física y artística, requiere una capacidad amplia en varios aspectos. Ahí es donde la realidad te confronta.

 

El maestro Reynado estudió Ingeniería en Comunicación Electrónica en el Instituto Politécnico Nacional y después cursó la maestría de Matemática Educativa en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados de la misma institución. También estudió música, pintura y teatro. Por ello, asegura:

 

—Yo soy de la idea de que antes de enseñar Matemáticas tienes que enseñar Formación Cívica y Ética para sensibilizar al alumno con la solidaridad. No es que al llegar a la etapa productiva de tu vida sumes dos para mí y uno para ti. Es uno para ti y uno para mí. Por ello, no cobramos inscripción, ni cuotas; por diez pesos brindamos un desayuno a los alumnos. Del bolsillo del director, José González Figueroa, y del mío pagamos a los maestros de teatro y computación para que los alumnos tengan una formación más completa.

 

La escuela tiene tres grupos con 15 alumnos cada uno, aunque, como acota el maestro Reynado, antes tenían siete grupos. La reducción es consecuencia de la jubilación de profesores y la falta de reemplazo de docentes por parte de la Secretaría de Educación Pública (SEP).

 

Con todo, explica Reynado, en este ciclo escolar la matrícula aumentó. El incremento de alumnos refleja la confianza que le tienen a la escuela y amplifica los retos:

 

—A pesar de la falta de profesores, no desistimos en entregarle a los alumnos lo mejor de nosotros. Lo que yo doy en el aula, más que calidad es humanización. Nos empeñamos en que los alumnos aprendan a prepararse para la vida. Hay que ser un maestro paciente en el sistema educacional televisivo. La telesecundaria se basa en que hay programas televisados y uno le da seguimiento. Dado que la televisión va a un ritmo ajeno a la realidad de los jóvenes, uno debe hacer pausas para volver a explicar. Si dejamos que la televisión avance, llegará un momento en que los jóvenes no tengan idea de lo que vieron.

 

Pero eso no es todo:

 

—Además, hay que lidiar con los problemas de aprendizaje y con el bullying. En este ciclo escolar tenemos un alumno con autismo, otro con problemas de lenguaje y uno más con epilepsia. Nosotros integramos a los chicos con los compañeros y buscamos la manera de brindarles educación a su ritmo. El año pasado hicimos una película con el tema del bullying. La realizamos con las escasas herramientas que tenemos en la escuela. La respuesta fue increíble. ¿Por qué lo hacemos? Porque es prioritario entregarle al joven expectativas de sano desarrollo, que se enriquezca de la solidaridad que hay entre la escuela, sus familiares y la comunidad. También acercamos a los padres de familia a la escuela. Si un alumno no vino a clase, nos comunicamos a su casa para saber qué pasó. No los dejamos solos. ¿Cómo hacemos todo esto? Con voluntad, vocación y recursos.

 

Reynado se da tiempo para actualizarse. Está inscrito en cursos que ofrecen plataformas como ScolarTic y Coursera. Gracias a ello, sus alumnos cursan un taller de robótica. Es importante entender el futuro de los estudiantes y ofrecerles habilidades técnicas para que el día de mañana sepan reparar drones, por ejemplo, asegura el maestro. Y abunda:

 

—Yo estudié la secundaria en este sistema, lo entiendo bien. La población está conformada por jóvenes de escasos recursos, que no funcionan en las escuelas generales o que no quieren estudiar y el sistema de escuelas técnicas no les ayuda.

 

En cuanto a las necesidades que tiene la escuela, el profesor apunta:

 

—Esta secundaria tiene 30 años. Afortunadamente, los sismos no provocaron daños en la estructura, pero desde que la construyeron no ha recibido mantenimiento. Hacemos lo posible por mantenerla, pero no tenemos dinero para el aseo, para la pintura, para reparar los techos.

 

Ha sonado la chicharra, el alboroto por el final de las clases se eleva como el calor del pavimento. La puerta del plantel se abre, los alumnos salen poco a poco. Entra un pequeño grupo de padres y jóvenes que buscan al director José González. Lo saludan con cariño y respeto. Un par de exalumnos le han venido a contar que van a realizar sus exámenes a la licenciatura de Medicina.

Con voz dulce y con una perenne sonrisa el maestro indica:

—Los mismos alumnos que han egresado de estas aulas vuelven para hacer su servicio social aquí, de esta manera cubrimos algunas asignaturas. Saben que ésta es su casa y siempre los recibimos con cariño.

El director camina por la escuela con paso breve, orgulloso. Muestra los árboles de guayaba que les servirán para el ponche en diciembre y presume el mural que los alumnos pintaron en la barda de la escuela.

—Llevo 50 años de servicio, soy egresado de la Normal de Iguala y soy fundador de la telesecundaria. Creo fervientemente en este sistema educativo. Mis hijos estudiaron en telesecundaria, mis nietos también. Todos ellos son profesionales que ejercen con gusto distintas actividades. Uno de nuestros objetivos es rescatar y dirigir a las nuevas generaciones. Hacerles entender que la educación es indispensable.

2. Desarrollo armónico de facultades y habilidades

Son las 16:00 horas, la mayoría de los niños se han marchado, sólo queda un grupito en el servicio de estancia del Instituto Cultural Ahatzin. La maestra Sara Chávez Hernández, directora de preescolar y primaria, va y viene en un ajetreo que parece no terminar nunca. En su pequeña oficina se aprecian libros para maestros de educación preescolar de los años treinta y cuarenta:

—Me gusta tener los libros aquí para recordarle a las nuevas generaciones en qué se basaban los maestros de aquellas épocas —dice la egresada normalista de Educación Preescolar con licenciatura en Educación Básica por parte de la Universidad Pedagógica Nacional. Tiene una maestría en Educación Preescolar y un doctorado en Ciencias de la Educación, ambos grados por la Universidad Santander en México.

Para ella, la calidad en la educación siempre ha existido:

—Yo, basándome en el artículo tercero de la Constitución, tengo que garantizar que mis niños desarrollen todas sus facultades y habilidades de manera armónica: los conocimientos, la actividad física, la parte artística y los valores. Todo eso brinda una educación de calidad.

Ahatzin es una escuela privada ubicada en la delegación Iztapalapa, al oriente de la Ciudad de México, una zona de alta población, escasos recursos y con serios problemas por desabasto de agua. El sismo del 19 de septiembre agravó la situación:

—Nuestra mayor necesidad es el agua. Desde el sismo nos quedamos sin ella. Cada tercer día pedimos una pipa que cuesta 720 pesos. Después serían los gastos de nómina, pero ésos siempre son los primeros que nos esforzamos por cubrir al 100%.

En esta realidad, para la maestra Sara, el desarrollo de las artes es primordial:

—La educación artística es fundamental para el desarrollo de otras materias. Por ejemplo, la música está relacionada con las matemáticas, ayuda a escuchar, a concentrarse, a sumar. La danza fortalece la coordinación, la ubicación de espacio, la fuerza, el equilibrio y la observación, que ayudan, por ejemplo, a mejorar la letra. Con el movimiento, el cerebro trabaja lateralidad, ubicación espacial arriba-abajo, izquierda-derecha. Tenemos dos tipos de capacidades, las cognitivas y las físicas, si las trabajamos en su conjunto, realmente estamos logrando aprendizajes integrales.

Como directora, su visión es exigente:

—Si bien doy libertad para que los maestros desarrollen metodologías de enseñanza, entre ambos analizamos los perfiles del grupo y desarrollamos un método para que todos aprendan. El maestro debe estar en constante aprendizaje. La actualización es una búsqueda continua. Ahora estoy estudiando Derecho en la Universidad Abierta y a Distancia de México. A la par, estoy en cursos que ofrecen los centros de actualización del magisterio y tomo un taller adicional para entender a cabalidad la ruta de mejora escolar.

Para esta docente, mantener la escuela ha sido un logro:

—Si nos hemos mantenido es porque les hemos dado a los niños experiencias diferentes. La mayoría de nuestros egresados que hacen su examen a la secundaria se quedan en la opción que escogieron. Tenemos reconocimientos de otras escuelas sobre nuestro modelo educativo y hemos ganado Olimpiadas del Conocimiento.

A partir de su experiencia y de su contexto, la maestra concluye:

—Hay voces que señalan que el discurso de la Reforma Educativa es el mismo y no ofrece nada nuevo, pero está en uno el hacer que sea lo mejor para nuestros niños.

3. Formación de ciudadanos críticos, capaces de tomar decisiones

La maestra Adriana Flores Toledo tiene 31 años y es profesora de Español en el nivel secundaria. Su mirada es aguda y habla con seguridad:

—Educar con calidad es lograr que la mayoría de los alumnos aprendan de acuerdo con sus posibilidades y cuenten con herramientas para enfrentarse a la vida. Pero, en la población donde doy clases, el tercer grado de secundaria, será el último año de estudio para muchos alumnos. Por lo tanto, es nuestra obligación brindarles medios para enfrentarse a la vida.

Flores Toledo vive su segundo año dentro de las aulas de la secundaria 305 Emilio Rosenblueth, en Xochimilco, una de las delegaciones con mayor rezago en bienestar social de la Ciudad de México. También da clases a nivel superior en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, en el Campus Santa Martha, conocido como Casa Libertad.

Esta licenciada en Lengua y Literatura hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México contextualiza su labor:

—Una de las mayores dificultades con las que me enfrento es la inasistencia, hay muchas festividades, cierran los barrios y los niños dejan de asistir a clases. Además, tengo 40 estudiantes en cada grupo, algunos con barreras de aprendizaje. En el ciclo pasado tuve cuatro que no podían leer los textos, apenas estaban en el proceso de adquisición de la lengua.

Para sortear esta realidad, la maestra desarrolla trabajo por proyecto y planeación en equipo.

—Al principio, dejo que los estudiantes formen sus equipos. Generalmente, quienes integran la escolta buscan a quienes trabajan más, y quienes no trabajan se agrupan, pero terminan sin entregar. Meses después, cambio las reglas y formo grupos que incluyen algunos estudiantes que trabajan, otros con buena ortografía, los desenvueltos y los que dibujan bien. Así, entre todos jalan a los rezagados.

Sin embargo, pese a todos los esfuerzos:

—A veces pienso que en las aulas se forman adolescentes para que obedezcan, lleguen temprano, cuiden su aspecto y atiendan las órdenes de los profesores, pero se nos olvida formar ciudadanos críticos, capaces de tomar decisiones. Yo intento que los alumnos empiecen a cuestionarse, y la literatura es indispensable para lograrlo.

Por ello, en este ciclo escolar, el trabajo final es una antología de poesía:

—Les doy cinco autores y los grupos escogen a quién quieren leer. Además de crear la antología, deben explicar en el prólogo por qué eligieron esos poemas. Yo les presto mis libros y los llevo a la biblioteca de la escuela. La embajada de Turquía donó varios libros con muy buenos títulos pero, para tristeza mía, se jubiló el bibliotecario y no han cubierto la plaza. La biblioteca está cerrada y eso nos retrasa mucho. Hay que entender que para varios de estos jóvenes el único contacto que tienen con los libros es en la biblioteca de la secundaria.

Al final del curso, la maestra confirma que los alumnos se preocupan por la forma en la que escriben y mejoran su ortografía y sintaxis:

—Esto sucede porque aprenden que la escritura es una herramienta para expresarse, desde mandarle un recado a la novia, quejarse o hacer una investigación. Siempre he defendido que la literatura no es lujo para nadie, es una necesidad, nos ayuda a relacionarnos con otras personas y con nosotros mismos. Intento contagiárselo a todos mis alumnos. “Lean, lean”, les repito incesantemente, “no por prestigio, sino porque es su vida y deben cuestionarla”. La escritura y la literatura nos hacen individuos más libres.

La maestra Adriana mira su reloj, son las 13:45 horas, su jornada laboral vespertina está por iniciar. Antes de marcharse, narra:

—Una vez me encontré a un par de exalumnos haciendo malabares en un semáforo para ganarse unas monedas. Me llené de tristeza. Hay que empujarlos para que ingresen a bachillerato y continúen sus estudios. Tercer año de secundaria es crucial. Si no puedes dar educación con calidad, simplemente no puedes ser maestro.

4. Sensibilidad ante las demandas y necesidades del grupo con el que se trabaja

En el centro de Chetumal, Quintana Roo, muy cerca del malecón que abre las puertas al mar del Caribe, se encuentra la escuela primaria de tiempo completo Benito Juárez. Ahí, Lizbeth Alvarado Estrada, docente de quinto año, comparte una certeza:

—Como maestra y como mamá, soy una ferviente defensora de la escuela pública. La nuestra tiene maestros mejor preparados, recibe atención de la Unidad de Servicios de Apoyo a la Educación Regular, posee supervisión de calidad y los profesores con arraigo se sienten comprometidos con la comunidad.

Para esta egresada del Centro Regional de Educación Normal de Bacalar, detrás de esta imagen general hay retos específicos:

—Es importante conocer tu entorno. No puedes usar las mismas estrategias para impartir clase en una escuela que en otra, aun cuando se trate de la misma ciudad. Todo es un termómetro distinto: los padres de familia, las instalaciones, el número de alumnos. Encontrar mecanismos para brindar educación con calidad implica varios retos.  Uno de los primeros es lidiar con la sobrepoblación en las aulas. Después está la resistencia de los padres, quienes deberían integrarse a la labor del docente. Algunos colegas tienen miedo de exigir porque con la denuncia de un padre, pueden perder el trabajo. Lo más triste es que tienen un desconocimiento total de lo que sucede en las aulas. Hay confrontación en vez de comunicación y eso afecta a la educación de los niños.

En su labor docente, la maestra aprovecha su formación integral:

—Como fui niña scout, me encanta el juego, y eso me ha permitido acercarme e identificar a cada uno de mis alumnos. Por ejemplo, en este ciclo estoy trabajando con un grupo de ocho niños que mostraron rezago para resolver problemas con contenidos de fracciones, números decimales, división y multiplicación. Estoy en la etapa de diagnóstico. La intención es apoyar los contenidos con estrategias que partan de lo concreto a lo pictórico y, finalmente, a lo abstracto. Es decir, trabajar de manera aislada durante dos sesiones a la semana (lo concreto y lo pictórico) y en clase de Matemáticas incluir la parte abstracta con el resto del grupo. Es el método Singapur.

La maestra Lizbeth quiere hacer del juego la herramienta para recuperar el valor de la integración en el aula y en la comunidad:

—Reprender no funciona. Hacemos ejercicios para que los niños puedan sentir lo que sus compañeros están viviendo con una agresión. Claro, hay que saber cuándo aplicar esta dinámica para evitar las burlas. No es exponerlos, es marcar escenarios de cómo se desarrollan las situaciones.

A mí, como docente, me toca atender al agresor, al agredido y a los espectadores para hacerles ver lo que está ocurriendo. Al final, los niños descubren lo que hacen y de ellos nacen sinceras disculpas por su conducta. Me apoyo en el programa Kiva (sistema creado en Finlandia) y he tenido excelentes resultados.

En opinión de la maestra, el trabajo en el aula es importante pero la violencia y la discriminación también se vive en los hogares:

—Los padres deberían tener la oportunidad de estar más tiempo con sus hijos, tengo niños que pasan mucho tiempo solos. Los empleadores también deberían ser más sensibles y permitir horarios más adecuados. A veces entre semana es imposible citar a los tutores para hacer dinámicas que nos fortalezcan, así que los convoco los fines de semana. No siempre, sólo en días de festejo como la celebración de la familia o del día del medio ambiente. Realizamos competencias, jugamos y realmente la pasamos bien, es enriquecedor.

En este entorno, también pesa la ausencia de docentes especialistas en educación especial:

—Yo tengo una hija de diez años que tiene un diagnóstico de hipoacusia bilateral profunda y usa un implante coclear que le permite oír. Aunque quise meterla a una escuela pública, debido a su barrera auditiva, tuve que inscribirla en una particular. Sé las necesidades que tiene mi hija como alumna y las que tienen las maestras al no contar con una especialización para atenderla. En ese campo, es un reto educar sin la preparación adecuada. En algunos casos tenemos alumnos que no están ni siquiera diagnosticados, de manera que no sabemos con qué dificultad nos estamos enfrentando.
Desde la perspectiva de la maestra, un docente de calidad es sensible a las demandas y necesidades del grupo con el que trabaja:

—Es decir, saber qué edad, intereses, condiciones familiares y entornos socioeconómicos tienen los niños. El docente debe desarrollar habilidades para adecuar estrategias a diversos potenciales y ritmos de aprendizaje. Es importante su capacidad de gestoría ante las autoridades escolares inmediatas. Debe fungir como mediador y facilitador del vínculo escuela-padres de familia. Tiene que ser un aprendiz permanente y estar atento a las actualizaciones de los programas, las experiencias de colegas y su propia investigación.

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