Por Verónica Garduño G.
Desde una perspectiva mesurada y objetiva, la autora nos ofrece en este artículo la revisión de más de ocho décadas en las que los intentos por introducir una educación sexual en México se han topado con poderosas resistencias políticas y sociales. El texto es una invitación a reflexionar sobre la forma de superar este obstáculo histórico.
¿Qué tienen en común los padres de familia de los años treinta y los de la actualidad? Su rechazo a la educación sexual que se imparte o se pretende impartir en las escuelas públicas mexicanas.
“Los libros pueden confundir a los menores si permitimos que contengan ideología generista y conceptos como derechos sexuales, que no existen en ningún tratado vinculante, lo que sí existe es el derecho de los padres a decidir el tipo de educación para sus hijos”, afirmaba la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF, 2018) hace unos meses.
Ochenta y cinco años atrás, en junio 1933, el padre de familia Adolfo Peña expresó al diario La Palabra: “Creo tener por derecho propio, natural y social la facultad exclusiva y única de tratar este asunto [la educación sexual de mis hijos] en el seno de mi hogar” (apud Del Castillo, 2000: 218).
En México, la polémica en torno a este tema se remonta precisamente a los años treinta, cuando el secretario de Educación Pública, Narciso Bassols, promovió su implementación formal en las escuelas del país. No fue el primero en tratar el tema, pues a principios del siglo pasado se publicaron y circularon folletos sobre la materia. Además, en 1930 Pedro de Alba, entonces director de la Escuela Nacional Preparatoria, instituyó la materia de Higiene de la Adolescencia y de la Juventud, cuyo programa fue elaborado por Santiago Ramírez (Publicaciones digitales UNAM, 2010).
En opinión de Gabriela Rodríguez (1991), “la controversia en torno a los programas de educación sexual no ha permitido una acción sostenida ni una extensión curricular en México, más allá de los programas que están directamente relacionados con las políticas demográficas del país”.
Los años treinta: inicio fallido
“A fines de 1932, Narciso Basols nombró una Comisión Técnica Consultiva para analizar la viabilidad de un plan de educación sexual que debería implantarse en las escuelas primarias de la Ciudad de México”, explica Alberto del Castillo (2000). Esa iniciativa tenía dos antecedentes: el Congreso Panamericano del Niño —celebrado en 1930, en Lima—, cuya recomendación principal fue instrumentar un programa amplio de educación sexual, y una investigación sobre la conducta sexual de los adolescentes presentada a la Secretaría de Educación Pública (SEP) en 1932 por la Sociedad Eugenésica Mexicana. La Comisión concluyó que “la SEP debe establecer, organizar y dirigir la educación sexual, asumir esa responsabilidad e impartirla desde el tercer ciclo de primaria y luego en la secundaria” (Publicaciones digitales UNAM, 2010).
Desde un inicio, la UNPF y la Federación de Asociaciones de Padres de Familia se opusieron a la iniciativa. La polémica se ventiló en la prensa nacional y se diseminó en las calles de la Ciudad de México, pues se llevaron a cabo concurridas marchas durante un año, hasta que, en mayo de 1934, renunció Bassols y se canceló en definitiva el proyecto.
El plan de educación sexual representaba una propuesta modernizadora que proyectaba una imagen secular de la niñez, en la que por primera vez en nuestra historia se reconocía el derecho de la infancia a la información sexual, una prerrogativa que hasta ese momento no se había formulado en términos institucionales, a la vez que se conceptuaba al niño en sí mismo como un ser dotado de instintos sexuales que requería algún tipo de cuidado y canalización (Del Castillo, 2000: 222).
Retomando lo dicho por Del Castillo, la investigadora Gabriela Rodríguez (2014) reflexiona que “atrás de ese conflicto están las pugnas entre la Iglesia católica y el Estado mexicano por la hegemonía política y cultural, cuyos momentos más críticos fueron la Guerra de Reforma, a mediados del siglo XIX, y la Guerra Cristera de los años veinte. La educación laica fue parte del encuadre gubernamental para frenar el campo de acción del clero, instrumento revolucionario para impulsar un proyecto modernizador y lograr cohesión nacional desde el centro”.
Tras el fallido intento de los años treinta, no hubo otros proyectos de educación sexual en México: los padres de familia y los grupos religiosos continuaron proclamándose como los únicos autorizados a brindar educación sexual.
Los cambios que se dieron en el mundo moderno —métodos anticonceptivos, salud y derechos de la mujer, la revolución sexual de los años sesenta y los modelos del hombre y la mujer reflejados en los medios de comunicación— “no fueron apoyados por ningún programa formal de educación sexual en México” (Rodríguez, 1991).
Los años setenta: la planificación familiar
“A partir de los años setenta se instituyó en México la educación sexual en el discurso educativo oficial, ligada de manera directa a la importancia que adquirieron en ese momento los fenómenos demográficos y a la manera como éstos se conceptualizaron” (García, 2001).
En 1970 se fundó el Consejo Nacional de Población (CONAPO), con dos grandes objetivos: reducir, en diez años, la tasa de crecimiento anual al 2.5%; y modelar la conducta sexual de los mexicanos en cuanto a la educación sexual y el uso de anticonceptivos.
“El CONAPO tradujo sus propósitos y metas, en el marco de la reforma educativa, en temas demográficos y de educación sexual insertos en los programas de estudio y en los libros de texto. Las preocupaciones demográficas se constituyeron en uno de los ejes centrales que orientaron la reforma” (García, 2001).
En el ciclo escolar 1974-1975 el modelo de educación sexual se incluyó en los libros de texto. Fue en el nivel básico donde se insertó la educación en materia de población y sexualidad, por lo que tenía carácter obligatorio.
“El modelo de educación sexual plasmado en programas y libros de texto se estructuró sobre dos ejes: la reproducción de roles estereotipados y la intención de ir introyectando en los niños modificaciones en la conducta sexual con miras a lograr el control natal” (García, 2001).
En 1978 se introdujo la temática de educación para la salud, con el objetivo de mejorar el nivel de vida de los escolares; los contenidos de sexualidad estuvieron incluidos en Ciencias Naturales, en los seis grados de instrucción primaria (García, 2001). Gabriela Rodríguez sostiene que fue en ese momento cuando “muchas mujeres tuvieron información acerca del funcionamiento de su cuerpo y del control de su capacidad reproductiva” (Rodríguez, 1991).
La amenaza del VIH
En los años ochenta, debido a la irrupción del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), el sector salud tuvo que llevar a cabo una campaña nacional para promover el uso del condón y las prácticas de sexo seguro.
Se incorporó la prevención del VIH-SIDA en los programas y planes de estudios, como cultura de la prevención en la primaria y como parte de la prevención de infecciones de transmisión sexual (ITS) en los programas de las escuelas secundarias. En 1997, instituciones gubernamentales y organizaciones de la sociedad civil colaboraron en la reforma curricular para dar una visión integral de la educación sexual (Rodríguez, 2009).
Tu futuro en libertad
En agosto de 2008, el Gobierno del Distrito Federal (GDF) dio un paso adelante en la educación sexual con la publicación del libro Tu futuro en libertad. Por una sexualidad y salud reproductiva con responsabilidad. En la presentación, Marcelo Ebrard, entonces jefe de gobierno, explicaba:
Este libro lo hicimos pensando en ti. Habla de tus derechos, de tus responsabilidades, de tu libertad; del proyecto que puedes construir participando, decidiendo, expresándote, comprometiéndote contigo, con tu ciudad y con la sociedad que deseas. Queremos ofrecerte en este texto información actualizada con evidencia médica-científica, en forma directa y abierta, es decir, sin tabúes ni fanatismos, sin mentiras ni verdades a medias. Tienes derecho a construir plenamente tu juventud incluyendo el ejercicio de tu sexualidad. Tienes derecho a construir relaciones amorosas, afectivas y placenteras con quienes amas: con tu familia, con tus amistades, con las personas adultas, de quienes puedes aprender mucho.
Las páginas que siguen hablan de libertad, de igualdad y equidad entre mujeres y hombres; de tolerancia, del respeto a nuestros sentimientos y deseos hacia quienes son diferentes o no piensan como tú. De lo que sientes y quieres, de lo que a veces te quema el alma (GDF, 2008).
El libro, según la editorial del periódico La Jornada (2008), representó “una buena noticia por cuanto apunta al compromiso de las autoridades capitalinas en relación con un tema —la sexualidad entre los jóvenes— que demanda ser abordado con naturalidad, visión moderna, sensibilidad social y objetividad científica”.
No obstante, la obra no pudo ser distribuida en las escuelas de la ciudad, pues el Gobierno del Distrito Federal no controla los servicios de educación básica y normal, los cuales continúan bajo la administración de la federación. Las autoridades federales se negaron a distribuirlo aduciendo que debía ser valorado por la unidad responsable de Materiales Educativos e incluso se amenazó con una sanción administrativa a los docentes que lo utilizaran (La Jornada, 2008).
El nuevo siglo: educación sexual integral
Con la adhesión a la Declaración Ministerial “Prevenir con Educación”, firmada en 2008 por los responsables de los ministerios de Educación y Salud de veinte países de Latinoamérica y el Caribe, México se comprometió a: “formar a profesores/as en temas de educación integral de la sexualidad (EIS) en las escuelas de educación básica; a ampliar la cobertura de salud sexual y salud reproductiva entre jóvenes de diferentes contextos, así como a difundir en medios de comunicación cápsulas informativas sobre salud y educación sexual” (Rosales y Salinas, 2017).
Si bien en cuestiones de salud se han registrado avances —aumentaron los servicios de salud sexual y reproductiva, el tratamiento integral a ITS, se incrementó la consejería sobre VIH y reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos, entre otros— en el ámbito educativo no se han registrado avances significativos.
Rosales y Salinas (2017) reportan que, según el informe de la International Planned Parenthood Federation, en materia de inclusión de la EIS sólo se había registrado hasta ese año 45% de avance. Los autores catalogaron como deficiente la evaluación de programas educativos para determinar el grado de implementación de la EIS y la inclusión de género, así como las relaciones interpersonales y el placer como contenidos en el currículo y en materiales didácticos, entre otros.
Si bien la reforma integral de educación básica de 2011 planteó algunos cambios en la materia, éstos fueron muy limitados. La reforma educativa constitucional de 2013 únicamente implicó cambios administrativos, según explica Margarita Tapia (2017).
Aunque es un documento rector de la educación en —México, y a pesar de que la inclusión de contenidos de educación sexual, desde un enfoque integral, está contemplada en la Ley General de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, aprobada en 2014— el Nuevo Modelo Educativo de 2017, presentado por Aurelio Nuño, no incluye el tema de sexualidad, enfatiza Tapia (2017).
Educación sexual: asignatura pendiente
A decir de los expertos, la educación sexual es importante porque propicia la comunicación familiar, fortalece los procesos de secularización, mejora las prácticas sexuales, previene embarazos e incrementa el uso del condón (Rodríguez, 2004).
Si bien ha habido avances, aún falta mucho camino por recorrer. Margarita Tapia considera evidente que la postura de los sectores conservadores en torno a la educación sexual no se ha modificado e incluye creencias e ideas alejadas de los planteamientos científicos. Con ello, “anulan el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos. Se niegan a brindar información sobre sexualidad a infantes y adolescentes, rechazan la diversidad sexual, no aceptan el amor entre personas del mismo sexo, están en contra de la interrupción libre del embarazo y las relaciones sexuales fuera del matrimonio” (Tapia, 2017).
También se ha culpado a la educación sexual “de hipersexualizar a la niñez y promover la homosexualidad. Nada más lejos de la realidad, ya que a estas alturas del siglo XXI, la educación sobre sexualidad en México apenas toca temas que vayan más allá de aspectos básicos sobre la prevención del embarazo y del VIH en la mayoría de las escuelas” (Baruch, 2018).
Resistencia de los padres de familia, de la Iglesia
Si bien los avances en materia de educación sexual no han sido tan rápidos como en otros países, es importante reconocer su consistencia, pues han enfrentado la resistencia histórica de sectores conservadores, como asociaciones de padres de familia y la propia Iglesia católica
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Referencias
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(CAC). Colección Archivo Casasola (1933). Manifestación en contra de la educación sexual y en la que se pide la renuncia de Narciso Bassols (en línea). Disponible en Mediateca INAH: <https://bit.ly/2zMOl0u>.
(CAC). Colección Archivo Casasola (1940). Mitin de mujeres protestando en contra de la educación sexual, en la Secretaría de Educación Pública (en línea). Disponible en Mediateca INAH <https://bit.ly/2zMZVsD>.
(CONAPO). Consejo Nacional de Población (1974). Mejor vida para la población de México. Ciudad de México: CONAPO. Disponible en <https://bit.ly/2zLSUrX>.
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TAPIA, Margarita (2017). Educación sexual para todas y todos: la asignatura urgente para el logro de la igualdad en México. San Luis Potosí: Congreso Nacional de Investigación educativa. Disponible en <http://bit.ly/2Of1a8V>.
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