Hacia un lenguaje inclusivo y no sexista en la escuela

Por Raúl Uribe

 

 

El ejemplo es bastante popular en redes sociales; lo parafraseo:

La profesora entra al salón de clases y dice:

—Niños, por favor, salgan ordenadamente del salón para la ceremonia de honores a la bandera.

—¿También las niñas? —pregunta alguna suspicaz—.

—Sí —se impacienta la maestra—, cuando digo “niños” me refiero también a las niñas; el masculino plural las incluye a ustedes.

Más tarde, ese mismo día, la profesora dice:

—Los niños que quieran inscribirse al equipo de futbol, anótense en una lista.

Cuando la lista llega a manos de la maestra, advierte que varias niñas escribieron sus nombres.

—Lo siento, pero en esta ocasión sólo pueden inscribirse los varones, las niñas no. Por eso dije claramente “niños”.

Imaginen la confusión: en ocasiones las niñas están incluidas en la palabra “niños”, pero a veces no. Distinguir cuándo sí y cuándo no es una intuición que las mujeres han de desarrollar a lo largo de su vida con base en los roles socialmente asignados. Esto no sería mayormente conflictivo si, de hecho, tal asignación de roles no estuviera basada en la marginación, la desigualdad y la explotación de las mujeres.

Veamos un ejemplo más: en la expresión “Miriam, Ramón y Lucía comerán juntos”, ¿el adjetivo (juntos) excluye a alguno de los sujetos? Ahora bien, en la frase “Miriam, Ramón y Lucía comerán juntas”, ¿identificamos algo extraño? Curiosa cosa… hay más femeninos que masculinos en la oración y, sin embargo, nos parece que sólo “juntos” puede incluir a los sujetos enunciados. Esto es debido a la segunda regla general de concordancia gramatical señalada por la Real Academia Española: “Cuando el adjetivo se refiere a varios sustantivos, va en plural. Si los sustantivos son de diferente género, predomina el masculino”.

La escuela es y debe mantenerse como un espacio para la inclusión. Promover la descolocación de estereotipos ha de ser una de las principales preocupaciones en el seno de los cuerpos académicos y objeto de análisis y discusión en los Consejos Escolares. Uno de los mayores retos a vencer es, en este sentido, el uso diario que damos a la lengua española, la cual de suyo desdibuja con gran facilidad el género femenino, tal como se observó en el ejemplo.

Las discusiones en torno a cómo replantear la gramática del español para evitar el sexismo en su uso cotidiano es amplia y no es ahora el objetivo recapitularla. Una fuente muy útil de consulta al respecto es el Manual de comunicación no sexista, de Claudia Guichard. Baste con decir, por ahora, que nuestro idioma da la oportunidad de usar numerosas expresiones que permiten la inclusión y la visibilidad de las niñas, más allá del desdoblamiento nominal (niñas y niños; profesoras y profesores; madres y padres) el cual no siempre es sencillo o práctico de usar. Algunas recomendaciones al respecto son las siguientes:

  • Usar sustantivos colectivos. Por ejemplo: en lugar de “los ciudadanos”, “la ciudadanía”; en lugar de “los alumnos”, “el alumnado”.
  • Usar palabras sin carga de género. Por ejemplo: en lugar de “los griegos”, “la cultura griega”; en lugar de “los mesoamericanos”, “la sociedad mesoamericana”.
  • Agregar la palabra “persona”. Por ejemplo, en lugar de “los adultos”, “las personas adultas”.

Por supuesto, esto exige a las y los docentes pasar por un proceso reeducativo, un esfuerzo por volver a aprender cómo nos dirigimos a mujeres y a hombres en la vida cotidiana. Derrumbar nuestros propios prejuicios y preconcepciones tiene todo que ver en ello, sin embargo, no hacerlo contribuye a perpetuar un uso del lenguaje que encasilla y limita la libertad de nuestras alumnas. Todas ellas tienen derecho a ser incluidas, a ser visibilizadas y, por cierto, también a jugar futbol.

Referencia

GUICHARD, C. (2015). Manual de comunicación no sexista. Hacia un lenguaje incluyente. Ciudad de México: Instituto Nacional de las Mujeres.

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