La justicia educativa como elemento indispensable de la justicia social

“Latinoamérica debe romper el determinismo social de los resultados de aprendizaje para alcanzar la justicia educativa” asegura Juan Carlos Tedesco. Convencido de que un diagnóstico adecuado también “debe identificar las fortalezas que permitan resolver los problemas”.

“Latinoamérica debe romper el determinismo social de los resultados de aprendizaje para alcanzar la justicia educativa”, asegura Juan Carlos Tedesco. Convencido de que un diagnóstico adecuado también “debe identificar las fortalezas que permitan resolver los problemas”, el especialista argentino desglosa las políticas públicas necesarias para una educación inclusiva y de calidad.

Juan Carlos Tedesco, director del Programa para la Mejora de la Enseñanza de la Universidad Nacional de General San Martín, ha ocupado, entre muchos otros cargos, el de director de la Oficina Internacional de Educación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco; 1992-1997). Fue fundador y director de la sede regional del Instituto Internacional de Planificación de la Educación de la unesco, secretario de Educación del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de Argentina (2006-2007) y ministro de Educación en el mismo país (2007-2009).

En conversación con la Gaceta, Tedesco, quien durante la década de los noventa planteara que en América Latina se estaba produciendo un deterioro de las condiciones de educabilidad debido al aumento de la pobreza y la desigualdad social, asegura que la justicia educativa es la dimensión pedagógica de los programas de justicia social y significa brindar a todos los alumnos educación de buena calidad; es decir, no puede haber justicia educativa sin justicia en la distribución del ingreso, en el acceso a la vivienda o en el derecho a la salud. Por lo tanto, la justicia educativa forma parte del proceso de construcción de sociedades más justas.

A partir de esta aseveración, y como resultado de un extenso diálogo, presentamos aquí el análisis y las propuestas de Tedesco para alcanzar la justicia educativa: asumir desafíos culturales, definir un proyecto de sociedad justa, vincular los planos macro y micro, planificar con sentido político y, finalmente, modificar la percepción de lo que da prestigio.

Asumir desafíos culturales

“El desafío para América Latina es romper el determinismo social de los resultados de aprendizaje. Todas las pruebas y todas las evidencias empíricas sobre logros de aprendizaje de los alumnos muestran que la variable que se asocia directamente con estos resultados y los explica es la que se refiere a las condiciones materiales de vida de los estudiantes.

“El mapa de la pobreza coincide con el mapa del fracaso escolar. Los resultados escolares están fuertemente determinados por las condiciones sociales de las cuales provienen o en las cuales habitan nuestros alumnos.

“Para romper ese determinismo social, harán falta estrategias de enseñanza-aprendizaje distintas a las tradicionales, modelos institucionales de organización escolar y de gobernanza de los sistemas educativos también diferentes a los tradicionales. Será necesario enfrentar desafíos de cambios culturales, particularmente en los docentes, pero también en los alumnos y en sus familias, pues muchas veces en los sectores pobres son éstas las que creen que sus hijos no pueden aprender, y de esa manera naturalizan y justifican el fracaso escolar.

“Las políticas orientadas a evitar el abandono prematuro, la deserción escolar y la exclusión están funcionando en algunos casos. Hay muchos ‘programas puentes’ entre la escuela y el exterior que facilitan el retorno de los alumnos que abandonan los estudios. Esto implica cambios culturales en los actores del proceso educativo.

“La demanda educativa es muy fuerte. Nadie se queda sin ir a la escuela por voluntad propia. Son minoritarios los sectores que no quieren o no pueden ir a la escuela. En ese aspecto, las políticas específicas tienen que ser contextualizadas, adaptadas a la situación y al tipo de problemas. No es lo mismo una población indígena que una no indígena, urbana marginal o rural. Debemos hacer buenos diagnósticos para definir estrategias adecuadas a cada contexto.

“En la última década se han producido mejoras relativas, muy lentas. Ha disminuido el número absoluto de pobres, mas no la desigualdad. Ha habido una relativa mejora en las condiciones de educabilidad con la que los alumnos llegan a las escuelas pero, a ese ritmo, América Latina va a necesitar más de un siglo para lograr una educación de calidad justa para todos. Para que nuestros alumnos tengan una trayectoria exitosa, debemos acelerar los procesos con los que se mejoran las condiciones con las que llegan a las escuelas”.

Definir un proyecto de sociedad justa

“En términos generales, no tenemos muchas políticas o prácticas educativas que hayan sido exitosas; si hubiera sido así, no estaríamos enfrentando los desafíos actuales.

“Sin embargo, debemos promover las políticas que han mostrado potencialidad y factibilidad, como las de expansión de la educación inicial, las que tienden a darle subsidios materiales a las familias de bajos ingresos para que puedan enviar a sus hijos a las escuelas en mejores condiciones y las de universalización de acceso a nuevas tecnologías.

“Ahora, es difícil identificar cuáles de estas políticas son resultado de la evaluación, porque los resultados educativos son producto de un conjunto de factores, no sólo de uno. Si bien la medición nos informa acerca de los resultados de aprendizaje, las estrategias para mejorar esos resultados tienen que ser sistémicas y abarcar todas las dimensiones. Pero sistémico no quiere decir simultáneo. Al respecto, es fundamental definir secuencias de cambio, que no pueden ser las mismas en México, que en Argentina, Honduras o Guatemala, ni en todas las regiones de un mismo país. No hay secuencias que tengan validez universal.

“El gran desafío para los que toman decisiones de política educativa es definir la secuencia adecuada. Puede iniciarse, por ejemplo, con la modificación del currículo. Pero si se modifica el diseño curricular sin cambiar la infraestructura escolar, el equipamiento, las condiciones de trabajo, la formación o los salarios de los docentes, no se logrará impactar efectivamente la realidad.

“Esta definición de por dónde empezar y cómo seguir tiene que ser contextualizada. Para que los cambios educativos sean exitosos, deben ser parte de un proyecto de sociedad que modifique las pautas de distribución del ingreso. Nuestra región es la más desigual del mundo. Para cambiar dichas pautas es necesario llevar a cabo cambios estructurales, reformas fiscales que permitan cobrar más impuestos a los que más tienen y distribuir esa renta en los sectores más pobres. Esto supone un proyecto de sociedad. No es un tema sólo educativo. El proyecto de una educación justa forma parte del proceso de construcción de una sociedad justa. Y para eso tampoco hay secuencias de validez universal, en cada país tenemos modelos diferentes.

“El gran desafío de América Latina es modificar la pauta de distribución del ingreso para permitir que los sectores más pobres logren puestos decentes, bien remunerados, y salgan de esta reproducción de la desigualdad en la que vivimos desde hace ya muchas décadas”.

Vincular los planos macro y micro

“¿Cómo deberían ser las modalidades de inclusión en situaciones tan diferentes con pueblos originarios o poblaciones que viven en condiciones de marginalidad? Creo que el primer punto consiste en tomar conciencia de la necesidad de hacer y sumarse a la idea de hacer, porque en esto hay mucha adhesión retórica pero muy poca real. La discriminación y los estereotipos están presentes en muchas de nuestras sociedades, aunque nadie lo diga en su discurso. El concepto que puede orientar las estrategias de política educativa es el de un modelo educativo en el que aprendamos a vivir juntos. No se trata de tener guetos ni una educación exclusiva para los pueblos originarios, sino de establecer una propuesta educativa en la cual podamos aprender a vivir con el otro para conocerlo y respetarlo; hacer de esa diversidad parte de nuestra riqueza, no del problema. Ahí está el punto, en una escuela en la que convivan los diferentes.

“En lo macropolítico, es fundamental que hagamos realidad esa frase que todo el mundo dice pero nadie aplica: ‘Transformar la política educativa en una política de Estado’, es decir, no supeditarla a los tiempos gubernamentales. Para ello, se necesitan acuerdos, concertación y consensos. Una opción es hacer planes a diez o quince años con metas que puedan ser evaluadas en sus logros y que obliguen a los gobiernos a mantener la continuidad.

“En el plano micropolítico, el de las aulas, es necesario establecer redes de escuelas que permitan a los alumnos tener contacto con quienes son diferentes a ellos. Hay que promover experiencias deportivas y estéticas que les permitan salir de la escuela. Muchas dimensiones de nuestra práctica pedagógica son muy fértiles para experiencias de contacto con quienes están en otra escuela o pertenecen a otro campo cultural.

“Desde el punto de vista del currículo, todos los países de la región tienen contenidos curriculares —específicos o transversales— relacionados con la formación ciudadana, lo que antes se llamaba educación democrática o instrucción cívica, que permitirían a los alumnos aprender todo lo que tiene que ver con el desempeño ciudadano. Sin embargo, las investigaciones muestran que este enfoque es muy teórico, puramente cognitivo; es decir, sólo trasmite datos.

“La formación ciudadana es mucho más que manejo de información, se trata de valores, actitudes y representaciones. Los alumnos deben tener experiencias de manejo democrático y de participación como ciudadanos para aprender a desempeñarse como tales, lo que no ocurre por el solo hecho de leer libros de ejercicios o conocer la Constitución y las leyes.

“Todas las disciplinas pueden contribuir a reforzar las experiencias de aprendizaje que formen a los alumnos en su desempeño como ciudadanos. Por ejemplo, la alfabetización científica es formación ciudadana. Si discutimos sobre medio ambiente, salud, política económica o cualquier otro tema, necesitamos, además de información, razonamiento científico, capacidad de reflexión. Para ampliar la idea de formación ciudadana más allá de la asignatura necesitamos introducir en las escuelas experiencias de convivencia y resolución pacífica de conflictos. Dado que los conflictos forman parte de la vida social, la formación ciudadana debería enseñar a resolverlos pacíficamente a través de la discusión, el diálogo y la concertación, no a través de la violencia o la imposición.

“En ese tema tenemos desafíos particularmente importantes en la escuela secundaria. Es necesario incorporar elementos que permitan que los jóvenes egresen con convicciones y aptitudes democráticas para que su desempeño ciudadano fortalezca los sistemas democráticos de nuestros países, que tanto ha costado conseguir y que hoy están erosionados.

“Por eso la escuela debe promover aprendizajes para resolver los conflictos de manera no violenta. Ésa es su contribución. Sabemos que la violencia en la escuela es el último eslabón de un proceso que comienza tempranamente con acciones de discriminación, violencia simbólica y fracaso escolar. Si no actuamos de manera preventiva, será mucho más difícil hacerlo una vez estallado el conflicto.

“Es muy importante formar a los profesores como profesionales en estos temas, pero no depositar en ellos toda la responsabilidad, sino establecer políticas y acciones sistémicas que los involucren. Se trata de generar un profesionalismo colectivo. Que el docente actúe como parte de un equipo.

“En estos dos niveles, micro y macro, es necesario promover políticas educativas y estrategias de acción en la línea de la formación del ciudadano y sobre la idea del aprender a vivir juntos”.

Planificar con sentido político

“Es importante que la evaluación y la investigación educativas estudien los problemas reales de la educación y se comprometan con sus soluciones, es decir, que no sean puramente descriptivas o críticas.

“Un diagnóstico comprometido con la solución debe identificar —además de problemas, carencias, déficits y puntos de crítica— las fortalezas que permitan resolver los problemas. El mundo académico tiene hoy una gran responsabilidad en lo relativo a la experimentación de estrategias de aprendizaje que permitan resolver los desafíos de los sectores más vulnerables.

“La pedagogía tiene una deuda. América Latina debería ser la región de mayor excelencia en investigación educativa destinada a resolver problemas de aprendizaje de los sectores más pobres. Los países desarrollados logran incorporar a toda la población y más o menos llevarla hasta el final de la trayectoria educativa. Los países muy pobres ni siquiera incorporan a esa población a la escuela. Nosotros hemos logrado incorporarla y que permanezca en la escuela una cantidad de años relativamente alta, pero no aprende o aprende muy poco. Por esto es enorme el desafío de la evaluación y la investigación educativas. Necesitamos que nuestros centros de investigación vuelvan prioritaria la solución de los problemas de aprendizaje.

“Debemos regresar a la planificación educativa y dotarla de sentido político, como el producto de procesos de evaluación, concertación, diálogo y pactos que hagan que el gestor de políticas públicas no se sienta aislado ni obligado a responder sólo a las demandas corporativas, sino vinculado a las demandas de la sociedad. Esto permitirá que los responsables del diseño de políticas públicas tengan mayor seguridad en sus decisiones”.

Modificar la percepción de lo que prestigia

“Compartimos muchos de los problemas entre países. Tanto en México como Argentina, Brasil o Colombia tenemos en las aulas prácticas pedagógicas que no están permitiendo resolver los problemas de aprendizaje de los alumnos. Ahora, en México obviamente existen problemas más específicos, particularmente los que tienen que ver con su realidad tan culturalmente heterogénea.

“Si queremos construir sociedades más justas, los desafíos educativos del futuro se pueden definir alrededor de dos grandes pilares: aprender a vivir juntos y aprender a aprender. En el primer caso, tenemos necesidad de cohesión social, unidad y respeto a la diversidad cultural, étnica y lingüística sin formar guetos. El reto es cómo respetar la diversidad y, al mismo tiempo, promover cohesión social. Y es aquí donde surge la idea de aprender a vivir juntos. En el segundo punto, dado que los conocimientos cambian a gran velocidad y lo que se aprende en la escuela —en términos de información y conocimiento— puede ser obsoleto en poco tiempo, lo que se debe lograr es que la educación sea un proceso que no pierda vigencia. Para eso la escuela tiene que enseñar el oficio de aprender a lo largo de la vida.

“Sólo una muy buena formación básica prepara para un mundo cambiante. Las bases de las disciplinas y las de nuestros valores no se modifican permanentemente. Esto supone un giro de 180 grados en la escala de prestigio de los sistemas educativos actuales, porque funcionamos con la idea de que cuanto menos básico, más prestigioso. Es más prestigioso el posgrado que el grado en la universidad; la universidad que la secundaria; la secundaria que la primaria; y, dentro de cada ciclo, los últimos años que los primeros. Esto hay que modificarlo y priorizar en la formación básica el aprendizaje de la lectura y la escritura, así como el aprendizaje de la lógica de las ciencias”.

Entrevista: Mary Carmen Reyes López

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