“Los docentes son los agentes más importantes en el sistema educativo, su evaluación es un instrumento muy poderoso para determinar su nivel de desempeño, y la información que ésta genera debe usarse para fortalecer su formación y su identidad. Ése es el verdadero fin de la evaluación”, comparte en entrevista Ricardo Cuenca, director general del Instituto de Estudios Peruanos.
¿Cómo definir la educación de calidad?
El concepto de calidad en el ámbito educativo ha sido el motor de diversas reformas y ha empujado distintos debates sobre cómo definirla, implementarla y evaluarla. El acuerdo no ha sido fácil, lo cierto es que una gran mayoría de los gobiernos en el mundo trabaja activamente por esta causa. Ricardo Cuenca, doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Madrid y profesor e investigador en la Universidad Peruana Cayetano Heredia, comenta:
—La educación ha sido el instrumento más importante que ha tenido el Estado para la conformación de las naciones. A través de ella, ha logrado desarrollar ciertos tipos de ciudadanía. En una forma más contemporánea, la educación se ha vuelto un medio fundamental para desarrollar competencias en las personas y, con esto, fortalecer los regímenes democráticos y transformar el crecimiento en desarrollo.
En este contexto, la noción de calidad es compleja porque, entre otras cosas, es un espacio de disputa de poder; un discurso hegemónico y fuerte es el que va a definir el tema de la calidad.
En el caso de América Latina, hay un consenso sobre algunos elementos que se deben exigir a la educación: que los alumnos tengan competencias básicas en Comprensión de Lectura, Matemáticas y, por supuesto, Formación Ciudadana. Yo creo que cuando un Sistema Educativo genera estas competencias y, lo hace para todos, respetando la diversidad de las personas, estamos hablando de una educación de calidad. Esto va en la línea de lo que ha planteado la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) sobre tener eficiencia, eficacia, calidad, equidad y pertinencia en la educación.
¿Cuál es el papel de los docentes en esta conceptualización?
Siempre he sostenido que sin docentes no hay posibilidad de desarrollo de la educación. Son ellos quienes permiten un mejor clima escolar y detonan los procesos de aprendizaje. Así que, además de ser los factores intraescolares más importantes, son los principales aliados para el éxito de los sistemas educativos. Sin embargo, hay riesgos. En sistemas donde los insumos no funcionan bien, los docentes no trabajan en las mejores condiciones y, por lo tanto, los resultados que se esperan de su trabajo se hacen más complejos.
Hay que tener muy claro que existen factores dentro y fuera de la escuela que inciden en el logro de la calidad educativa, no son sólo los docentes. Dentro de los factores intraescolares se encuentran las condiciones básicas en las escuelas. Una escuela que no tiene agua ni luz o mobiliario mínimo genera problemas para que los profesores impartan adecuadamente sus clases. Un buen liderazgo escolar, el acompañamiento del director, la cantidad de materiales educativos, el currículo, todos ellos son elementos que inciden en el trabajo diario de los docentes. En el paquete de factores extraescolares están las condiciones socioeconómicas de las familias, de los barrios, de los países. Está claramente determinado que los países que tienen mayores ingresos per cápita tienen mejores resultados en las pruebas estandarizadas.
Entonces, hay que asegurar que haya factores estructurales básicos que permitan que los estudiantes tengan las escuelas en mejores condiciones. Los programas de alimentación y salud escolar, las posibilidades de que las familias tengan acceso a mejores recursos para poder acompañar el proceso de sus hijos, y lograr un capital cultural —allí donde las familias han tenido mayor exposición a asuntos relacionados con la educación—. Si el sistema educativo presenta estos elementos, vamos a tener un mejor acompañamiento de estos estudiantes en la clase.
¿Cómo interviene la evaluación de los docentes en la construcción de una educación de calidad?
El desempeño de los docentes y la evaluación de su desempeño no pueden estar separados del cumplimiento de los objetivos que tiene el sistema educativo para lograr la calidad que anhela. Los sistemas educativos y los países definen calidad bajo un conjunto de criterios; también la evaluación docente tendría que estar alineada sobre esa base. De lo contrario, no se puede generar el vínculo virtuoso de fortalecer la profesión docente para lograr los objetivos.
Por ejemplo, si un sistema educativo concentra su noción de calidad sobre los resultados en Matemáticas o en Comprensión Lectora, para ser coherente con eso, todo el proceso de evaluación de los docentes debe estar dirigido a ello. Si por el contario los países toman la decisión de hacer mucho más compleja la noción de calidad e incorporan la formación ciudadana y las competencias interculturales, se tendrá que evaluar al profesor de una manera más compleja y alineada a estas dos áreas.
1. Características de la evaluación
La evaluación de los docentes debe tener en cuenta tres puntos fundamentales. Primero, una buena técnica. No podemos tener fallas en el proceso metodológico ni técnico de la evaluación. Segundo, los fines de la evaluación que, generalmente, se dirigen al fortalecimiento del desempeño del profesor. Y, tercero, debe ser un proceso que genere confianza y que sea lo más transparente posible. Evaluar es muy delicado, así que, si voy a ser evaluado, debo tener claridad de la estrategia técnica de la evaluación (para qué es y cuáles son los objetivos) y, además, debo confiar en que es un proceso transparente y ético.
2. Fines y usos de la evaluación
Hay un error conceptual en la evaluación dirigida a la mejora de la calidad. Se piensa que, al mejorar el desempeño del profesor, se tendrá una mejora general en la escuela o que la evaluación docente va a tener una relación causal directa con los resultados de aprendizaje de los estudiantes. Lo que hemos aprendido a lo largo de los años es que, además del desempeño docente, hay otros factores asociados al logro de aprendizaje. Así que, hay que tener claros cuáles son los fines y objetivos del proceso de evaluación.
El primero de ellos, el menos discutido, pero desde mi punto de vista el más importante, es que genera información válida y relevante para la profesionalización; es decir, para la transformación de la formación docente. A partir de los resultados de la evaluación del desempeño, se pueden reestructurar los planteamientos curriculares de la formación docente, plantear nuevos programas de formación continua o buscar alternativas para una educación de posgrado.
Otro objetivo es la construcción de una carrera meritocrática. Ésta se articula a partir de la información que genera la propia evaluación. México, Chile, Perú y Ecuador ya lo han empezado a implementar en la región. Lo que hacen es armar una pirámide; algunos docentes van a llegar a la cúspide a partir de un conjunto de demostraciones que no hacen más que señalar que hacen bien su trabajo.
Finalmente, la evaluación docente podría servir como un ejercicio de investigación. Se puede proyectar información sobre cómo son efectivamente las prácticas de los docentes y, a partir de ello, formular estrategias o políticas públicas que fortalezcan el trabajo en el aula.
Es verdad que la evaluación ha estado asociada a una situación punitiva, de temor y castigo. Los maestros creen que su vida profesional puede acabarse luego de haber tenido una plaza en el sistema público, pero las experiencias en la región, sobre todo en el caso chileno, demuestran que el porcentaje de estos casos es muy marginal. Son muy pocos los profesores que salen de los sistemas educativos.
La evaluación debiera ser un instrumento para el desarrollo de la profesión, así que, si uno la concibe en este sentido, puede darse cuenta que tiene muchas más ventajas que riesgos.
Así, el punto final de la evaluación es recabar información para fortalecer el desempeño y el trabajo de los profesores. Como consecuencia de un mejor trabajo de ellos, junto con otros factores que deberían aparecer y que el sistema debería asegurar que sean de calidad, vamos a tener mejores resultados en los estudiantes.
¿Cómo recuperar la identidad profesional de los docentes?
El actual consejero del Comité Técnico de Normatividad y Directrices para la Mejora Educativa del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y también presidente de la Sociedad de Investigación Educativa Peruana, afirma:
—La evaluación docente no hace la reforma para el desarrollo de la profesión. Es un instrumento para ello. Para que la profesión docente se fortalezca efectivamente y tenga una profunda reforma se requiere un conjunto de acciones. Ya he hablado de algunas de ellas: la formación, la carrera meritocrática, la difusión de buenas prácticas, etcétera. Sin embargo, hay cuestiones que están olvidadas y son importantes. Un factor central, por ejemplo, es recuperar y revalorar la identidad de los docentes.
La identidad es un proceso en construcción, no es estático y va cambiando según los contextos en los que se va moviendo. Hoy en día, lo primero que hay que hacer es reconocer el alto nivel de profesión que tiene la docencia.
Hay quienes señalan que esta profesión suele ser muy vulnerable. Piensan que otros profesionales pueden trabajar en ello o que hay otras cosas que reemplazan la transmisión de los conocimientos, como podrían ser las tecnologías de información. Sin embargo, es la profesión docente la que se asienta en estas transformaciones para que, a partir de la pedagogía, pueda desarrollar otras competencias en los estudiantes. Aquellos países que, por ejemplo, permiten el ingreso de otros profesionales para trabajar en las aulas, sin ser maestros de formación inicial, generan resultados muy rápidos en áreas disciplinares, pero hay un mensaje contradictorio respecto a la identidad y el nivel de profesionalización que se requieren en los docentes.
Hay que considerar que el saber pedagógico es el eje que da sentido a la identidad de la profesión docente. Se requiere, por tanto, una clara disposición por parte del Estado para que la sociedad y todos entendamos que es una profesión que requiere ser reconocida.
Particularmente, hay que poner atención en dos grandes dimensiones. Una de ellas es el profesionalismo, es decir, el expertis técnico especializado que deben desarrollar los docentes para ser consolidados en un gremio profesional. La otra es la profesionalidad y tiene que ver con el estatus en la sociedad, que es el producto de la valoración que la sociedad le da a la profesión, pero también de la responsabilidad con la que los profesionales asumen los resultados de su trabajo.
Finalmente, la identidad en torno a la docencia tiene que incluir las condiciones de trabajo: salud, condiciones de seguridad, apoyos para trabajar en zonas vulnerables u otras zonas, etcétera.
¿Qué puede aprender México de otras experiencias latinoamericanas?
En general las experiencias de evaluación docente en América Latina son relativamente nuevas, por lo menos en esta segunda generación de evaluaciones. La forma más tradicional de hacerlo era teniendo procesos de oposición, exámenes, o acumulación de certificados. Las evaluaciones más complejas corresponden a los últimos años, y es por eso que muy pocos países las implementan. Probablemente, Chile es el país con un poco más de experiencia.
Las lecciones tienen que ver con factores muy puntuales. Primero, el múltiple uso de instrumentos que permiten recabar e integrar la complejidad del trabajo de los docentes, desde portafolios, videos, observaciones de aula, entre otros. Hay otras formas de evaluación más caras y más complejas, pero mucho más acertadas y alienadas con los fines últimos de la evaluación. Para sistemas relativamente grandes, como el mexicano o el peruano, estas estrategias son más complicadas porque, además, se requieren fondos adicionales.
Otras experiencias interesantes se tienen en países que han diseñado estándares básicos sobre el desempeño. Se han puesto de acuerdo para definir qué significa una buena enseñanza o una buena docencia, ya sea en formas de marcos, como en el caso de Chile y Perú, o ya sea en perfiles, estándares e indicadores como el caso de México, Ecuador o Colombia. Son grandes avances, pues de estos elementos —definición de estándares y de desempeños— es de donde parte toda evaluación.
¿Cómo dar continuidad a las acciones de evaluación?
Desde su experiencia como coordinador del componente de investigación del Programa Regional de Políticas para la Profesión Docente de la Oficina Regional de la unesco en Chile y coordinador del Programa de Educación del Perú de la Cooperación Alemana, Ricardo Cuenca comparte:
—Desde mi punto de vista, lo que disminuye la vulnerabilidad de las políticas y, por tanto, asegura su continuidad, es la legitimidad que tienen entre las personas. Cuando las políticas se han legitimado entre la sociedad, es más difícil hacer cambios por parte de las administraciones, en general.
Es cierto que cuando las personas le encuentran sentido a la decisión de política pública y de política educativa, ganamos tiempo y espacio para que éstas se vayan posicionando, avanzando y no sean tan vulnerables a cambios externos. Y lo otro es saber que una política se vuelve importante cuando tiene una reforma detrás. Aquí es donde se encuentra la evaluación docente.
No sólo falta hacer cambios en el sistema. Si yo quiero hacer un cambio en el Servicio Profesional Docente (SPD) debo tener claro que es una transformación en el sentido del trabajo de los profesores, porque las políticas podrían modificarse. Entonces, la legitimidad entre las personas y la claridad en el sentido laboral son las dos cosas que deberían ayudarnos en la continuidad de las políticas. Éstos también son elementos que dan cuenta de los retos de consolidación que tienen la evaluación y la formación docente en México y otros países de América Latina.